Senderos de gloria

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

20 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Tanto apretar el cinturón y resulta que la báscula sigue chivándose de sobrepeso. Tanto sacrificio asfixiante para seguir agonizando sin saber muy bien si se ve la orilla. Tanta austeridad para que los números no acaben de rebosar. Los últimos datos económicos apuntan a que la supuesta medicina puede estar derivando hacia una enfermedad crónica y extendida. España tiene casi un 100% de deuda pública y su mercado laboral es una herida que sangra parados. Portugal y Grecia prácticamente no existen en el mapa de la buena fortuna. Italia y Francia no remontan. Y ni siquiera Alemania, el gigantesco buque que fija rumbo del resto de la flota, está precisamente para tirar cohetes desde el Bundesbank. Europa presume de haber soltado lastre, pero no acaba de asomarse a la superficie, aunque haya algunos elegidos tumbados en cubierta que se han tostado al sol en estos años de nubes negras.

Lo ocurrido recuerda a aquella memorable conversación entre el general Mireau y el coronel Dax que sintetiza el espíritu de Senderos de gloria, la película con la que Stanley Kubrick se zambulle en el espeso barro las trincheras de la Primera Guerra Mundial:

-Digamos que un 5 % morirá en el primer envite. Otro 10 % morirá en tierra de nadie. Y un 20 % en las alambradas. Nos queda el 65 %, y con lo peor ya hecho. Pongamos que caiga otro 25 % en la cumbre de la colina. Aún contaríamos con una fuerza más que suficiente para defenderla.

-¿Está diciendo que más de la mitad de mis hombres ha de morir?

-Sí, pero tendremos la colina de las Hormigas.