P eocupa a los gestores de la seguridad vial el hecho de que en los meses últimos se advierta un cierto aumento en el número de accidentes mortales de tráfico, en relación con análogos períodos de tiempo del pasado año.
Los resultados finales del tráfico no son predecibles. De un lado, porque las conductas de la persona que conduce el automóvil no siempre son coherentes y, de otro lado, porque ciertos factores exteriores condicionan la evolución de la circulación y las estadísticas de la accidentalidad. La mejora de nuestro estatus económico favorece al mercado del automóvil. Aumentan por eso las intensidades del tráfico y, como inexorablemente, la proclividad al accidente. Es por lo que no parece convincente la teoría oficial que imputa el alza de víctimas mortales a la vejez del parque de automóviles y a las deficiencias en las carreteras.
Los cuidados del automóvil, en su caso, favorecen su buen rendimiento mecánico, al margen de su edad y, por otra parte, las regulares o malas condiciones de los viales, deben forzar a modos de conducción cautelosos. Y es que el tráfico, más allá de predicciones, es así de versátil.