La familia Pujol: otra versión

OPINIÓN

30 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Con Banca Catalana como punto de partida, Jordi Pujol ha tenido dos proyectos: la independencia de Cataluña y el enriquecimiento familiar mediante lo que Pasqual Maragall reveló en el Parlament: «Ustedes [CiU] tienen un problema, y este problema se llama 3 %».

Pujol traicionó el pacto de lealtad que fue la Constitución, como declaró Gregorio Peces-Barba, trabajando taimadamente en pro de la independencia de Cataluña, desde el día en el que el 90,46 % de los catalanes (participación del 67,91 %) la aprobó en referendo.

En paralelo al itinerario secesionista, Pujol puso su dinero negro en el extranjero por si tenía que salir de España en el maletero de algún vehículo con matrícula CAT, porque resulta muy difícil encontrar una familia de siete hijos en la que seis y los padres estén incursos en posibles irregularidades fiscales. ¿Sabe ya «qué coño es la UDEF», señor Pujol?

Pujol, calculador y anfibológico desde la transición, decidió quitarse la careta y exigir la independencia de Cataluña porque cree llegada la hora y maduro el fruto merced a la manipulación del sistema educativo y a la trituradora de España que es la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals.

La familia Pujol-Ferrusola y «su» Convergencia han instruido a varias generaciones en el odio a España y en la falsa historia de una Cataluña de Wifredo el Velloso. Son esas generaciones que han crecido con el Club Super 3. Las que ven la predicción del tiempo en TV3 con los dibujos de soles y nubes sobre un mapa de los inexistentes Países Catalanes, las que escuchan en la escuela la historia del «nacimiento» de la senyera pintada por Carlomagno con la sangre de Wifredo el Velloso. Y cada año celebran la Diada para no olvidarse de «la derrota de nuestro pueblo contra Felipe V y los españoles».

Menos mal que, frente a ellos, muchos catalanes coetáneos han estudiado con Erasmus y descubierto que existe vida fuera de su pequeño planeta catalán. Han descubierto que lo de las cuatro barras de Wifredo el Velloso solo era una leyenda, un mito sin fundamento histórico. Que ni Wifredo fue contemporáneo del emperador ni se usaba la heráldica en ese siglo, y que, hasta la unión con el reino de Aragón, el emblema de los condes de Barcelona fue la cruz de gules de San Jorge sobre campo de plata. Los mismos que han descubierto que la sardana la inventó en 1817 Pep Ventura, que tampoco se llamaba Pep, sino José, nacido en Alcalá la Real (Jaén) e hijo de un comandante del Ejército.

Los que han descubierto que en 1714 no hubo ninguna guerra catalana-española, que fue una contienda entre dos pretendientes a la Corona de España, vacante desde la muerte sin descendencia de Carlos II: entre un candidato de la dinastía de los Borbones (de Francia) y otro de los Austria (tierras germánicas). Los mismos que han descubierto que en todos los territorios de la Corona de España hubo borbónicos y austracistas, y que saben que Madrid, Alcalá y Toledo lucharon en el mismo bando que Barcelona. La Diada, la sardana, la cuatribarrada: mitos derrumbados.

Los que han descubierto que los nacionalistas les han tomado el pelo. Que no les han educado sino adoctrinado a través de mitos, leyendas y mentiras.

Y ahora, anonadados, también han descubierto que Jordi Pujol, el padre de esa mentira, ha incumplido sus obligaciones fiscales. En Corleone le llamarían «capo di tutti capi». En Cataluña, «molt honorable senyor». ¿Habrá algún Mario Puzo en Barcelona?