Honorables

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

27 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En los últimos 34 años, el honorable Jordi Pujol no ha encontrado un hueco para declarar el fortunón de la familia. Da igual ahora el origen del tesoro, porque lo que llama la atención es la excusa.

Podría Pujol haber elegido una salida épica, un acto de contrición a la altura de su tomadura de pelo, pero ha preferido relacionar el engaño con un problema de agenda. En los 34 años que eludió al fisco, el ex president comprometió a los catalanes y apeló a sus obligaciones colectivas mientras sus millones retozaban en un paraíso muy lejos de la patria catalana.

Extraña forma de ser nacionalista la que permite emocionarse con un territorio al que en realidad se desprecia, pues el primer acto de militancia pasa por la cartera. Mientras Artur Mas tiraba de agravios fiscales para perfumar el discurso independentista, su referente político chuleaba a los catalanes.

De todos los pecados que puede cometer un político, el de robar vía impuestos es de los más despreciables. El que lo hace se ríe de todos convencido de que su dinero es diferente al de los ciudadanos, a los que considera tontos útiles con los que hay que disimular cada cuatro años.

Hay algo de indolencia corporativa en el ejercicio del poder; solo así se explica el cuajo con el que manejan la pasta y la atonía con la que hacen la digestión de escándalos como el que indica que la reforma de la sede del Partido Popular se pagó con dinero negro.

A nadie parece abochornar que la sala de máquinas del gobierno de España esté embadurnada de mentiras, pues quebrantar la confianza saltándose a la torera las reglas de juego es una forma de mentir.

Cuántos honorables.