Navegar sin control

OPINIÓN

26 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Acaban de conocerse los primeros datos del segundo informe del Valedor do Pobo sobre adolescencia y nuevas tecnologías, cuya primera parte data del 2011. Coinciden con los que vienen presentando otras instituciones públicas y privadas, y son preocupantes, pues constatan que estas tecnologías están siendo mal utilizadas. En las redes hay cada vez hay más violencia, dependencia y violación de la intimidad.

El nivel de digitalización de nuestros muchachos sigue aumentando y un 92 % usan ya habitualmente Internet, pudiendo hacerlo ahora en cualquier lugar y con mayor facilidad, ya que uno de cada cinco dispone de teléfono móvil inteligente, que permite el acceso a la Red. Pero los padres siguen sin enterarse de que es necesario un control y permiten que sus hijos naveguen con total libertad, sin límites de horario ni de acceso a contenidos. Y cuando intentan hacerles un seguimiento o espionaje, se encuentran con un gran problema porque los jóvenes van muy por delante y conocen todo tipo de trampas para despistarlos. La vida de los hijos transcurre en un terreno que los padres no dominan.

Los niños, cuanto más pequeños son, más desprotegidos están. Incluso los adolescentes carecen aún de la suficiente formación y corren tres riesgos: acoso, acceso a páginas inadecuadas o adicción a Internet. El acoso, entre iguales o de adultos sobre menores, está aumentando, sufriéndolo ya un 9 % de los jóvenes gallegos a través de las redes sociales. Cada vez son más avanzadas las herramientas que lo favorecen, pero no ocurre lo mismo con las medidas para combatirlo. Muchos padres no son conscientes de las posibilidades de un simple smartphone, con el cual su hijo accede a cualquier tipo de contenidos de la Red o está en permanente contacto con sus amigos. El tercer riesgo, el de la ya conocida como ciberdependencia, está aumentando e incluso existe una nueva palabra, nomofobia, que define el pánico a estar sin móvil o sin cobertura.

A dichos males hay que sumar el de que esta obsesión por las nuevas tecnologías supone una pérdida de tiempo para el estudio y la propia formación. Por una parte, no se dedican suficientes horas a la lectura y al trabajo intelectual. Por otra, el constante acceso a Internet e intercambio de mensajes, fomentan la falta de concentración, de profundización y de memoria, el plagio y un lenguaje icónico, alejado del textual que exige el sistema educativo.

El problema es más serio de lo que la mayoría piensa y sus consecuencias son aún imprevisibles. Las Administraciones públicas tienen que buscar soluciones, pero el primer y decisivo paso corresponde a la familia. Los padres tienen que ejercer una autoridad bien entendida, en el marco de un permanente diálogo con los hijos. Si hay realmente cercanía y confianza con ellos, no será necesario acudir a sistemas de control parental que, como dijimos, pueden fallar. Para conseguirlo, hay que responsabilizarse de su educación desde la cuna, estando siempre muy cerca de ellos.