El terrorismo del velo integral

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

08 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Madrugada de un caluroso día de agosto. Aeropuerto de Ammán. Obligada a aguardar el lento avance de la facturación manual por un fallo informático, me entretuve intentando diferenciar a las mujeres que aguardaban en la fila del vuelo a Sanaa. Una tarea digna del CSI. Imposible encontrar algún elemento distintivo en las mujeres que iban cubiertas de pies a cabeza con un niqab. La única parte del cuerpo que podía verse eran los ojos a través de una estrecha rendija, porque, hasta las manos las llevaban tapadas con guantes negros. Quizás la forma de los ojos, el espesor de las pestañas o el color de las pupilas me dieran una pista. Pues no. Hasta que me fijé en las mangas. ¡Ahí estaba la clave! Cada mujer llevaba un bordado diferente.

A las que llevan burka ni siquiera eso. Sentí una angustia y una indignación terribles. Una persona reducida al tipo de abalorio cosido a un trozo de tela en nombre de una fe. Una retorcida interpretación de un texto medieval para justificar la esclavitud de un ser humano. Una mujer no es un fantasma silencioso sin presencia, es una persona, una realidad insustituible que interactúa en el mundo. La siguiente pregunta que me hice fue: ¿Cómo pueden saber los empleados de la compañía aérea que la persona que tienen delante es una mujer y no un hombre y que es la que figura en el pasaporte y en el billete de avión? ¿Y cómo pueden estar seguros los policías que no llevan algún tipo de arma no metálica bajo ese escudo de tela? El burka y el niqab no son sino otro instrumento terrorista, primero contra la dignidad de la mujer y después contra la seguridad general. Prohibirlos es, pues, cuestión de humanidad.