Fin de ciclo

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

22 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Empezamos el año con una recua de ciclogénesis explosivas que al final resultaron ser premonitorias de lo que se nos avecinaba, y aquí estamos, metidos en el ojo del huracán del fin de ciclo. Tiempo de mudanzas en los que, como alerta el refrán, se aconseja templanza, y más en un país tan emocionalmente excesivo como el nuestro capaz de pasar de la adhesión inquebrantable al desprecio más irracional, de conquistar glorias imposibles a hundirnos en las más vergonzosas derrotas, de estar juntos a partir un piñón y partirnos la cara. Nuestro temperamento dista mucho de la flema inglesa, el pragmatismo alemán, el chauvinismo francés o el relativismo italiano. Goya nos retrató muy bien dándonos garrotazos, Machado nos clavó verso a verso y Ortega nos despiezó filosóficamente. Somos tercos, furiosos, individualistas, sensitivos y pícaros. Tenemos otras muchas cualidades envidiables sin duda, pero estas no son precisamente las que solemos sacar a relucir cuando perdemos el equilibrio social, y ahora estamos en eso, en una cadena de cambios de ciclo que requieren una templanza de la que no andamos sobrados.

Es legítimo pedir referendos para todo lo que queramos cambiar, pero dudo que este sea el momento más oportuno, dado el barullo existente. Cambiar de rey ya es suficiente incertidumbre como para plantearse cambiar además de sistema. Cada cosa a su tiempo y los nabos en Adviento.

Cambiar de líderes es otra incertidumbre que también aconseja no dejarse llevar por la emoción excesiva que nos adorna y elegir desde el cabreo, la indignación o el interés personal. A ver si por creer que lo joven y desconocido va a ser más eficaz, acabamos aclamando el Susanato y dando matarile a todo el que resulte conocido y talludo, sin reparar en que para cambiar las reglas del juego se necesita gente que las conozca muy bien.

Pero de todos los fines de ciclo, el más difícil para el país ha sido el de la selección de fútbol. Eso sí que nos ha dejado huérfanos, eso sí que nos a ha retrotraído a los tiempos oscuros. En un país emocional, más que un rey o una bandera, lo que une de verdad es el éxito de la selección. Aquí las banderas solo salen -incluido en Cataluña- cuando se trata de festejar un mundial, y nadie pone en duda la fiabilidad del rey cuando brinca en la grada o porta el estandarte.

Es lo que hay.