Entre la indignación y la emoción

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

17 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Mantenerla y no enmendarla, ha sido la conducta de los dirigentes ante la ola social creciente desde aquel manual de Stéphane Hessel, pasando por el movimiento 15-M en la puerta del Sol, hasta los estudios sociológicos que machaconamente señalan la ruptura, por desafección, entre ciudadanía y clase política. Aun hoy, con la que les está cayendo, proclaman que «volverán las oscuras golondrinas» y que en las próximas elecciones la gente recuperará la cordura, modelo España oficial, diseñada por organizaciones conservadoras que no se enteran por pereza intelectual o por soberbia infinita.

Tengo razones para emocionarme. Por fin ha comenzado un tiempo nuevo. Lo que algunos despreciaron y otros casi tuvieron la tentación de reprimir, desde la consulta al Parlamento Europeo es un movimiento social propio del siglo XXI, frente al olor a naftalina del bipartidismo y la desesperación de quienes sufren oligarquías corruptas y miserables desigualdades. Podemos es la conducta romántica de quienes han pasado a la acción desde el pensamiento que analiza y se compromete en el viejo ¡qué hacer! Cambiar el mundo para que todos quepamos en la dignidad humana. Mostrar como el impulso de las nuevas generaciones arrastra a las viejas, a las que se han creído, desde la propaganda calculada e instalada que: globalización, capitalismo, troika, austeridad al servicio de un modelo que siempre quiso hacer negocio con los derechos sociales, expulsar a los que piensan, mantener a mediocres al frente de las instituciones que son marionetas del poder oculto, es inamovible.

Espero y deseo: un discurso del nuevo monarca, acorde con su generación, con la realidad del mercado social, con los problemas reales de la nación y sus gentes. Un discurso valiente, dispuesto a someter y liderar un cambio desde la Constitución hasta la Justicia, incluso, poniendo a prueba de la voluntad popular, su propio futuro como jefe del Estado. Solo así tendrá el beneplácito del pueblo. Y en cuanto a los viejos partidos, no deberían perder energías descalificando al nuevo. Le hacen propaganda. Promueven que la abstención desencantada con ellos se conjure para votarles de inmediato.

Hemos iniciado el camino: de la indignación a la emoción.