El milagro que nadie vio

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

15 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Toda ceremonia inaugural que se precie debe tener su salto al vacío, su saeta certera, su portento tecnológico del que presumir. Desde el hombre cohete que aterrizó en el centro del estadio en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 hasta la flecha que esquivó el pebetero de Barcelona 92 o el salto en paracaídas de la mismísima reina de Inglaterra en Londres 2012, el espectáculo está asegurado.

La atracción en Brasil 2014 era el exoesqueleto, un traje biónico que permitiría a un joven parapléjico levantarse, caminar y dar el saque de honor del primer partido con una simple orden de su cerebro. Con símil astronáutico, el polémico invento se había anunciado como un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad. El mundo estaba pendiente.

Pero el principal aliciente de la exhibición que adornó la apertura del Mundial, con permiso del play back de Jennifer López, se redujo a siete segundos fugaces de televisión en los que el primer plano fue para el balón. Los espectadores que estaban en el estadio ni siquiera se enteraron del presunto milagro que se obró en un margen del campo, para no mancillar el césped que pisan los dioses. Prodigios sí, pero aquí estamos a lo que estamos, pensó el realizador. Y el Arena Corinthians, que quiso ser símbolo del progreso científico, se convirtió en el mejor ejemplo de nuestras prioridades.