La abdicación del rey, mejor tarde que demasiado tarde

Manuel Campo Vidal

OPINIÓN

El rey acude a su primer acto oficial después de anunciar su abdicación, una audiencia al presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Thomas J. Donohue.
El rey acude a su primer acto oficial después de anunciar su abdicación, una audiencia al presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Thomas J. Donohue. Juanjo Martín < / span>Efe< / span>

El rey, que asegura haber tomado la decisión al cumplir 76 años, en enero, acudió al velatorio de Adolfo Suárez, ha asistido a actos institucionales y militares y ha viajado, en una gira muy intensa, a cinco países de Golfo Pérsico. Probablemente él quería aún más tiempo, pero los acontecimientos apremiaban

03 jun 2014 . Actualizado a las 12:58 h.

La noticia de la abdicación del rey nos sorprendió a todos, por más que la esperáramos desde hacía algún tiempo. «Tiene que producirse en algún momento -admitía hace tres meses un destacado funcionario de la Zarzuela-, pero no puede ser ahora con el rey convaleciente y con su popularidad baja según las encuestas. Primero recuperación y después abdicación». Gracias a esa información tan valiosa, expresada casi a modo de consigna, esperábamos lo sucedido ayer, pero no tan pronto. Porque desde aquella fecha, el rey, que asegura haber tomado la decisión al cumplir 76 años, en enero, acudió al velatorio de Adolfo Suárez -y allí mismo se lo confió al presidente Rajoy, quizás impactado por la emoción del momento-, ha asistido a algunos actos institucionales y militares y ha viajado, en una gira muy intensa, a cinco países de Golfo Pérsico apoyando inversiones y pedidos para las empresas españolas. Recuperación demasiado rápida. Probablemente él quería aún más tiempo, pero los acontecimientos apremiaban.

Una cosa son los intereses particulares del rey esperando a su recuperación física y de popularidad y otra el riesgo al que se estaba sometiendo a la institución monárquica. Así que la esperada noticia ha llegado, seguramente pronto para el rey pero tarde por el deterioro de la imagen de la monarquía, aunque más adelante quizás hubiera sido demasiado tarde. Al príncipe Felipe no se lo ponía fácil nadie: ni su cuñado Iñaki Urdangarin, protagonista de un escándalo que ha implicado a la infanta Cristina, ni su padre el rey Juan Carlos, aunque pidiera perdón públicamente por su desafortunado viaje a cazar elefantes en plena crisis económica, ni el devenir de los acontecimientos con una erosión visible de todas las instituciones, y por tanto también de la corona, desde cualquier Gobierno al concepto mismo de Unión Europea, como acaba de comprobarse en todos los países miembros.

Los resultados electorales del 25 de mayo muy probablemente precipitaron la fecha de la decisión, no tanto por el ascenso de la izquierda en todas las versiones de su fragmentación, sino también por la incertidumbre del liderazgo en el partido socialista.

Tuve oportunidad de conversar unos minutos a solas con el presidente del Gobierno, en el AVE Zaragoza-Madrid, en plena campaña electoral. Amable y ocurrente como siempre, me dijo que últimamente se llevaba bien con Rubalcaba, momento que aproveché para buscar su reacción con una pequeña provocación: «A Rubalcaba, que Dios nos lo conserve, ¿no, presidente?». Su respuesta fue inmediata: «Por supuesto, pero no me pedirás que salga por ahí a decirlo yo». Entendidos. Su opinión me la dejaba clara. Además, él no podía salir a decirlo y yo quedaba invitado -entendí- a mantener la conversación entre nosotros. Y así ha sido hasta que las circunstancias han cambiado. Con Rubalcaba con fecha de caducidad, la opinión de Rajoy ya no es comprometedora para él ni para el dirigente socialista.

Rubalcaba se va pero aún está, sobretodo, en lo importante. El pasado viernes en el Círculo de Economía en Cataluña proponía un diálogo a tres para encontrar salida al contencioso catalán entre Rajoy, Artur Mas y el PSOE. Se diría que don Juan Carlos también ha preferido que el inicio de la segunda transición, como bien podría denominarse al conjunto de cuestiones pendientes de encajar en el panorama político español, comience con su abdicación pero con Rubalcaba todavía ejerciendo de líder, aunque saliente, del PSOE. Ya hay demasiadas incertidumbres en juego como para añadir alguna más. Y por si quedan dudas, ahí tienen a las Juventudes Socialistas pidiendo ayer mismo un referendo sobre monarquía o república.

De quienes no cabía esperar más que esa petición de referendo ya lo hicieron saber ayer: Izquierda Unida, Esquerra Republicana, Podemos y algunas siglas más. Aunque descolocados por el sorpresivo anuncio y hasta contrariados algunos porque se apagó la luz mediática que venían disfrutando desde el domingo electoral, el recurso fue convocar algunas manifestaciones ayer noche en varias ciudades. Con eso la Casa Real ya contaba. En opinión de un alto cargo muy cercano al todavía príncipe, lo que inquieta, más que la izquierda republicana, es la derecha antimonárquica, que no ha parado de crecer en los últimos años y que puntualmente ha dado muestras de su virulencia con críticas muy ácidas contra la institución y contra la princesa Letizia. «Atacan a la princesa -sostiene esa misma fuente- al considerarla más vulnerable porque al príncipe no tienen forma de cogerlo». Y no será porque no hayan escrutado todos sus movimientos y aficiones.

Así que de nuevo iniciamos una transición. La segunda. Y en el cambio de jugadores clave otra vez tendremos a un joven rey al frente. Con muchas dificultades sí y acaso con pocos apoyos, pero sin duda con muchos más de los que contó su padre cuarenta años atrás. El resto de piezas de ese nuevo tablero de ajedrez se está terminando de configurar: el rey llegará en junio, el nuevo líder del PSOE en julio y el nuevo presidente de Cataluña en cuanto se convoquen allí elecciones. La gran diferencia con la primera transición es que la otra fuerza importante de la izquierda, el Partido Comunista de Santiago Carrillo, supo entender el momento histórico que vivía España y decidió que no quería vivirlo desde la marginación o la irrelevancia. E izquierda extrema puede haber ahora, como había entonces, pero aquella terminó disolviéndose y en buena parte integrándose en formaciones más templadas.

Algunos han escrito en estos últimos tiempos que la gran diferencia entre la primera y la segunda transición es la calidad de sus dirigentes, olvidando que entonces vivíamos con el azote terrorista. Está por ver quiénes afloran en este nuevo tiempo y desde luego no será por la falta de preparación y personalidad del príncipe Felipe, al que la responsabilidad le ha llegado quizás tarde pero, esperemos, no demasiado tarde.