La subcultura del botellón

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

19 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Como el Guadiana. Emergen desde organismos preocupados por la salud pública informes sobre los efectos por consumo de alcohol. Casi siempre como advertencia de la que se avecina. Constatando que determinadas prácticas de consumo se han convertido en subculturas. Tales hábitos son enfermedades sociales, ya que cuentan con los tres parámetros que las definen: origen en la sociedad, afectación social, tratamiento en el marco del tejido social.

No es lo mismo el consumo de vino con las comidas o en procesos sociales esporádicos, en un país productor de los mejores caldos, que la toma compulsiva donde se dan tres circunstancias: Muchedumbre, alta graduación, ingesta en tiempo récord.

Nuestra sociedad padece el problema, y le preocupa, pero, ¿se ocupa de resolverlo? Alguien puede decir que se ha legislado para tal. ¿Y cuál ha sido el resultado?. Incluso, podemos afirmar que se aplican de continuo «excepciones» al cumplimiento de la ley. Es como si el calendario festivo supusiera bula de libertad ante la norma. Y es en estas fechas -libres del imperio de la ley-, cuando se manifiesta el fenómeno subcultural de la borrachera colectiva con especial incidencia en la juventud.

España y Galicia tienen legislación de obligado cumplimiento para prevenir el alcoholismo juvenil, precisamente para evitar que se instale la subcultura del botellón, con el fin de proteger la salud de la población diana del fenómeno, para garantizar los derechos ciudadanos de los que sufren las consecuencias del tumulto por quienes como dice la canción, «han venido a emborracharse».

Pero por mucho que se haya publicado el informe de la OMS sobre el alcoholismo y sus consecuencias, llegará el verano con fiestas al aire libre, algunas muy esperadas, publicitadas y amparadas por los beneficios que producen en determinados sectores de la economía, y volveremos a ver imágenes de jóvenes en estado lamentable, volveremos a escuchar las quejas de los habitantes de barrios y pueblos, invadidos por la plaga y sus excretas. Volveremos a comprobar cómo la autoridad competente se ausenta permitiendo trasgredan las normas: venta de alcohol a menores, acampada libre en dominios de costas, ruidos por encima de los decibelios autorizados, contaminación de playas, calles y zonas monumentales, con toda suerte de detritus. ¿Quién responde de tales desmanes?