Una izquierda sin fe

Manuel Lago
Manuel Lago EL DEBATE

OPINIÓN

06 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Los últimos cuatro años han sido los peores desde que se acabó la dictadura. Nunca en democracia habíamos sufrido un deterioro tan brutal en nuestras condiciones de vida y trabajo. La sociedad española es hoy más pobre, más desigual, más injusta y más frágil. Hemos transitado de construir una sociedad cada vez con más derechos a un escenario de miedo ante el futuro. De avanzar a retroceder.

Y todos sabemos por qué: una crisis financiera/inmobiliaria de la que no somos los culpables sino las víctimas, pero sobre todo, una política profundamente equivocada que agravó hasta el extremo los efectos de esa crisis. Una política impuesta por la troika y que ha sido aplicada aquí de forma sumisa desde mayo del 2010.

Es la política de la austeridad compulsiva, de la reforma laboral, de la devaluación salarial, de los recortes en el Estado de bienestar. Es la política del dolor y el sufrimiento impuesto por la derecha que gobierna Europa para hacernos pagar por una culpa que en realidad no tenemos.

Y ahora, en las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo, la ciudadanía española, esa inmensa mayoría social que lleva cuatro años sufriendo, pero también luchando, contra esta política tiene la ocasión para enviar un mensaje alto y claro: así no, basta ya de austeridad, otra Europa, la del empleo y la solidaridad, es posible.

Son unas elecciones en una situación excepcional y por eso no se puede entender que la izquierda a la izquierda del Partido Socialista no haya sido capaz de ponerse de acuerdo para construir el instrumento necesario para llevar este mensaje al corazón de las instituciones europeas.

Un frente amplio, lo más amplio posible, con todas las fuerzas y grupos políticos del Estado, abierto a colectivos y personas, para transformar en representación política directa el rechazo mayoritario a la política de austeridad.

Los que hicieron las tres huelgas generales desde el 2010, los que se movilizaron en las mareas en defensa de la sanidad, la enseñanza y los servicios sociales, los que pusieron en pie las plataformas contra los desahucios, los estafados por la banca, los que ocuparon las plazas el 15-M, los que se manifestaron en las marchas de la dignidad? se merecen ese frente amplio de la izquierda más combativa.

Estamos en una situación de excepción, que necesitaba de una respuesta igualmente excepcional, pero nos hemos encontrado con una izquierda sin fe en sus posibilidades, sin la ambición suficiente para asumir esta tarea. Porque en esta encrucijada histórica para el futuro de la gente no basta con tener un buen resultado, mejorar la representación. El objetivo, posible, pero sobre todo necesario, es que una candidatura definida de forma explícita contra la austeridad merkeliana sea la más votada para demostrar así cuál es la opinión mayoritaria de la ciudadanía.

Pero algunas organizaciones, más preocupadas por vigilar su leira, de cómo quedan posicionados ante las próximas elecciones locales, desconfiadas de las alianzas o poniendo piedras en el camino han sido incapaces de ofrecernos una candidatura única de la izquierda más transformadora.

Hay excepciones, por supuesto, y en Galicia tenemos una de las más ejemplares: la clarividencia de los militantes de Anova, que sin perder un ápice de su identidad, han sido capaces de superar las mediocridades, salir de la leira, y confluir con un proyecto de la izquierda europea, con la Siryza griega, el Front de la Gauche francés, el Bloco portugués o Izquierda Unida e Iniciativa en España.

Pero lo que no han podido hacer las organizaciones lo podemos hacer los ciudadanos: enviar nuestro no más rotundo a ese modelo de destrucción de Europa, de su seña de identidad que es el Estado de bienestar, utilizando como cartero las siglas que más nos gusten. Porque da miedo imaginar un escenario con la victoria de los que gobernaron aplicando la receta del dolor y la lectura que ese resultado tendría desde el centro del poder: aún no les llegó, aún se puede apretar más, aún les quedan agujeros en el cinturón.