A ver, razonemos. No nos dejemos llevar por los impulsos y no seamos mal pensados. ¿Quién no ha huido alguna vez de la policía después de intentar dejarle la moto como un acordeón? Es lo más normal. Y, además de Steve McQueen y Torrente, ¿quién no se ha dado el gustazo de circular por el centro de una gran ciudad en paralelo a los agentes jugando con ellos al atrápame si puedes? Y aún más, ¿quién no le ha recriminado a la policía lo de «¿qué?, multita y bronquita ¿no?», cuando todos sabemos que «son unos viciosos de las multas». Bueno, pues eso que usted, yo y cualquier ciudadano de este país hacemos casi todos los días parece ser que no se puede hacer en Madrid porque allí los policías son «unos prepotentes y unos machistas» y al multar no tienen en cuenta los servicios prestados a la patria. Ni el desinteresado trabajo por el bien común, ni las lecciones de ética impartidas, ni las veces que hubo de salir a afearnos la conducta por nuestros malos modales y nuestro antipatriotismo. La Policía Local madrileña es poco tolerante. Y eso le crea una mala imagen. Tan mala que no hace muchos días tuvo que darnos una lección una de nuestras guías espirituales y emblemas patrióticos; la lideresa Esperanza Aguirre, quien nos advirtió que «una nación que se respete a sí misma no puede permitir que se ataque así a sus policías». Qué gran reflexión. Esta mujer es admirable.