Hablamos de Peter O'Toole, pero el actor irlandés no fue solo un vaso de güisqui. Fue un hombre que hizo grandes interpretaciones y que supo envejecer muy bien en escena, algo que solo consiguen los más grandes. Los amigos de Peter son unos cuantos. En Venus, cuando volvió a ser nominado cinco años después de recibir un Óscar honorífico, O'Toole hizo otro papelón. De esa estirpe, de ese club privado, de talento puro hasta casi el fin de los días, hubo otros: Marcello Mastroianni, que bordó al Pereira de la novela de Tabucchi; o Vittorio Gasmann, cuyas espesas cejas hablaban, por citar a dos italianos. Pero también Henry Fonda, que se llevó un Óscar a los 76 años, desde un estanque dorado. O Jack Lemmon, que pudo haber muerto con las botas puestas. Y en España ese bramante Fernando Fernán Gómez, un volcán de fuerza y ternura, una mezcla de tequila único. Son los amigos de Peter, los que como él supieron brillar sin que la cuenta de la edad les convirtiese en un repetitivo rosario. Hasta Paul Newman se sumó a ese club con su segundo Buscavidas, desde luego mucho mejor que algunos papeles que aceptan ahora De Niro o Pacino, que solo hacen repicar su cuenta bancaria y la vergüenza.