Es muy habitual. Pasó cuando falleció Peter O'Toole. Es como si referirse a alguien con talento y la bebida fuese correcto. Y se usa ese latiguillo que viene del título de una novela de Joseph Roth, La leyenda del santo bebedor. Y se escribe El santo bebedor. Pues no. Los bebedores (habrá excepciones) suelen tener poco de santos. La bebida es un problema, la mayoría de las veces. Es una droga. Y no es bueno que se utilice el talento mezclado con la bebida como una fórmula para el éxito. Cuando murieron los futbolistas George Best y Garrincha pasó lo mismo. Sucede en todas las artes. En pintura pasó con Francis Bacon. En el cine con el hombre de los ojos azules, Peter O'Toole, y con su compañero de juergas Richard Burton. Parece que O'Toole se trajo del desierto una sed insaciable. O ya la tenía. Pero la bebida no es un camino para esos triunfos en el cine, en el fútbol, en la pintura. Vincularla a los grandes titulares no ayuda a los que quieren dejarla, Los bebedores se perjudican a sí mismos y, en ocasiones, a los que les rodean. No hay nada que santificar. Tal vez solo a los valientes que dan el paso y reconocen su problema, el único camino que hay para superar cualquier adicción.