Basta ya

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

31 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La presión del FMI, de Alemania y de la Comisión Europea para que el Gobierno dé otra vuelta de tuerca a los derechos laborales en España es intolerable. Plantear que tenemos que seguir bajándonos los salarios es, además de reaccionario, una demostración del desconocimiento de la realidad propio de élites que viven en el mundo de los salarios multimillonarios.

Los años de austeridad, de recortes y de reforma laboral ya han provocado una intensa devaluación salarial en España. La práctica congelación de los salarios y una inflación acumulada en cuatro años del 9 % han provocado una importante pérdida del poder adquisitivo de los asalariados.

En ese tiempo la productividad creció el 11 % y por lo tanto los costes laborales unitarios en términos reales de las empresas se han reducido cerca del 20 % desde el 2010. Pero, por desgracia, lo que las empresas han ganado por esa vía lo han perdido, y muchas mucho más, porque ha caído su demanda.

Los menores salarios, pero también la destrucción de empleo, la congelación de las pensiones y el deterioro de las prestaciones sociales ha provocado una caída del consumo de los hogares superior al 10 %. La consecuencia ha sido el desplome de la demanda, arrastrando a la economía española hacia una nueva recesión, la segunda en cinco años.

Los resultados de la política económica impuesta por la troika, y seguida con ciega obediencia por Rajoy, son desastrosos: desde que gobierna el PIB ha caído el 3 % y se han destruido 1,4 millones de empleos, sin que ese dolor sirviese para estabilizar de verdad las cuentas públicas.

Este fracaso en la gestión de las variables macroeconómicas se vuelve tragedia cuando se habla de la vida de las personas, porque en este tiempo la sociedad española ha sufrido un empobrecimiento desconocido en este país desde la recuperación de la democracia. El deterioro salarial que están sufriendo muchos sectores y que afecta de forma especial a las personas que se incorporan a un empleo, jóvenes o no, o los que están más desprotegidos, nos ha devuelto la figura del trabajador pobre: alguien que a pesar de tener un trabajo no puede vivir de forma independiente y digna.

Un modelo que además de traer sufrimiento está fracasando en lo que pretenden vendernos como prueba de su éxito: la salida de la crisis a través de las exportaciones. Un solo dato lo demuestra. La industria del automóvil es el principal sector exportador de España y sin embargo, a pesar de los ajustes salariales y las ganancias en competitividad, el número de personas que trabajan en esta actividad es hoy un 8 % inferior al que había en el 2011, año desde el que se han perdido 15.000 empleos.

Basta ya de mentiras y de imposiciones, basta ya de ajustes, de recortes, de deterioro salarial y laboral. El camino que nos puede sacar de la crisis es exactamente ir en la dirección contraria: un aumento de los salarios que mejore el consumo de los hogares, impulsando la demanda interna para hacer crecer la economía y con ella el empleo.