Crímenes que claman justicia

OPINIÓN

22 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Las terribles fotografías publicadas ayer muestran la cara siniestra de un régimen de terror que practica la tortura y el asesinato sistemáticos. Un capítulo negro de la historia de la infamia en pleno siglo XXI que ha tenido lugar ante la mirada pasiva de la comunidad internacional. Los intereses geoestratégicos de estadounidenses y rusos, sobre todo, han pesado mucho más que los sirios, masacrados en un conflicto atroz. Las escalofriantes imágenes se dan a conocer en vísperas de la reunión de Ginebra para buscar una salida diplomática a la guerra civil que dura ya casi tres años. Son un torpedo en la línea de flotación de las negociaciones. Porque de lo que estamos hablando aquí, si las fotografías se certifican como auténticas, es de crímenes contra la humanidad cometidos por Asad, cuyo destino no puede ser otro ya que comparecer ante un tribunal internacional. Uno de los tres reputados exfiscales de crímenes de guerra que han elaborado el informe habla de «asesinatos a escala industrial», lo que recuerda, ciertamente a otro nivel, la maquinaria de exterminio nazi. Se calcula que 11.000 presos han sido ejecutados. Muchos cadáveres tienen señales de tortura y hambre, algunos no tienen ojos, otros muestran señales de estrangulamiento o electrocución.

Obama amagó hace unos meses con un ataque selectivo en respuesta al uso de armas químicas por parte del régimen sirio. Pero, como ya advertimos muchos entonces, en Siria se mata por otros muchos métodos, con armas convencionales y las más sádicas torturas. Resultaba cínico dar un escarmiento puntual a Asad por asesinar de una forma y dejarle seguir haciéndolo de otra.

Pero lo que sucede en Siria responde a un gran juego de intereses. Según ha ido avanzando la guerra, los grupos yihadistas se han convertido en la oposición real, desplazando a los moderados. Y ya se sabe cómo se las gastan. La Administración estadounidense tenía, y tiene, ante sí un dilema: deponer por todos los medios a Asad, como hizo con Sadam Huseín y Gadafi, y abrir la posibilidad de que Al Qaida tome el poder o no hacer nada y dejar que continúen las matanzas. Ahora, tres años después de un conflicto en el que han muerto al menos 140.000 personas -la tercera parte civiles y 10.000 niños-, las potencias agilizan las gestiones diplomáticas que debieron haber impulsado al inicio de las hostilidades. La Rusia de Putin ha sido el mejor aliado de un genocida que ya habría caído sin su ayuda. Su responsabilidad es grande. También la de Estados Unidos, que ha mirado demasiado tiempo para otro lado. Todo ello ha contribuido a que Asad estuviera ahora más asentado y que incluso se le viera como un escudo contra Al Qaida. Estas fotografías lo han vuelto a desenmascarar. La comunidad internacional no puede seguir siendo impasible.