Sharon, el final de un capítulo

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

14 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay pocas certezas en la vida de un ser humano como la de que, algún día, en algún momento, esta se acabará. Puede que la forma y la causa hagan que el paso tenga más o menos trascendencia, pero lo cierto es que la muerte iguala a la gente humilde con los grandes personajes, a hombres y a mujeres, a niños y a ancianos. La muerte acerca a los amigos, pero, sobre todo, a los enemigos. No importa el tiempo que dure el enfrentamiento, tarde o temprano la muerte acaba con todo, salvo con el recuerdo. Así, mientras Israel vela de manera sobria y serena los restos mortales de Ariel Sharon, en los territorios palestinos se celebra su fallecimiento. Héroe para unos, asesino de masas para otros, Arik no ha dejado a nadie indiferente en vida y menos lo hará en su muerte. Como tampoco lo hizo uno de sus más acérrimos enemigos, Yaser Arafat. Muchos, sobre todo palestinos, se han quedado con las ganas de que se le juzgara por las matanzas de Sabra y Chatila; otros, sin embargo, lo consideran un capítulo más de una guerra por la supervivencia del Estado de Israel. Sea cual sea la interpretación, y al margen de su indudable responsabilidad personal, Ariel Sharon no fue sino el producto del tiempo y el lugar en el que le tocó vivir. Empujado por las circunstancias se sumergió en lo que consideraba que era su obligación en cada momento, es decir, contribuir a la construcción y defensa de Israel, primero con las armas, después con la política. Por muy cuestionables que hayan sido sus métodos y decisiones, hay que admirar su determinación y su fidelidad, reconocimiento que, en su momento, se rindió también a Arafat.