Que la defensa de Cristina de Borbón no nos venda la moto de que esta se ha ofrecido voluntariamente a declarar. Lo hará el 8 de febrero, porque un juez valiente, y tal vez temerario en lo que a su futuro profesional se refiere, así lo ha decidido. Pero todo el mundo sabe cómo somos los abogados, máxime si se trata de un socio de uno de los bufetes más prestigiosos de España. Decimos lo que sea con tal de dejar bien parado el nombre de nuestros patrocinados. La estrategia de su defensa actúa de una forma que quiere maquillar como de absoluta colaboración con la Justicia, porque sabía que la Audiencia de Palma ya no podría, e insisto en lo de podría, darle nuevamente la razón sin que el escándalo resultase mayúsculo. No tengo la más mínima duda acerca de que sus problemas procesales finalizarán el día 8 del mes próximo, pero por lo menos tendrá que pasar por el desagradable trago de declarar en una causa penal. Porque si algo me ha hecho gracia en la última década, ha sido la alusión de que la hija de nuestro monarca actuó por amor, y con total convencimiento de que los miles y miles de euros que desembolsaba continuamente eran fruto del esfuerzo de su tan preparado marido. ¿O tal vez pensaba que Cupido mandó transformar sus flechas en billetes de 500 euros?