El espíritu de la Navidad

Luis Ferrer i Balsebre< / span> EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

22 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

No tengo que quejarme de nada, vivo muy bien. Nunca he sentido hambre a lo sumo apetito, ni se lo que es vivir sin agua, ni luz, ni pasar frío más de un tiempo corto.

Vivo en libertad en un país desarrollado, ordenado, democrático y rico.

Desplazarme por el mejor y más civilizado de los mundos que nunca se han vivido no me cuesta demasiado, pertenezco a el. Soy europeo.

Puedo ponerme enfermo y tengo dónde acudir; tengo una justicia que me ampara, un subsidio que me protege cuando me quedo sin trabajo, y una jubilación para cuando ya no pueda trabajar. En el mundo donde yo vivo son minoría los analfabetos.

En mi mundo la comunicación es instantánea, las cosas son posibles, te puedes divertir o dar un paseo por la noche tranquilamente; puedes ir al Zara, al hipermercado, al fútbol, al cine, al teatro, al concierto, a correr o a los toros con total libertad.

No es un mal sitio para vivir.

He tenido la suerte de no tener que jugarme lo único que tengo a una patera, ni dejarme la piel en las cuchillas de cualquier linde, o el culo y la dignidad entre luces rojas y vudú. Ese es el drama de mi mundo. Un mundo viejo, pequeño y rico rodeado de otro enorme de gente joven y pobre que se juega la vida por colarse al gallinero. Que no tenemos verjas para tanto campo ni solidaridad para tanta miseria.

Ahora estamos en Navidad o, mejor dicho, lo que queda tras el derrumbe de los grandes relatos. Hoy Navidad es otro Halloween, otro día sin IVA, otro «tantitantos» aniversario, otra razón para consumir. Otra ilusión de plástico. La Navidad se diferencia del resto de las fiestas en que -siendo una efemérides de carácter religioso-, se suponía un tiempo simbólico de paz, alegría, solidaridad y reconciliación. Desnuda la Navidad de toda simbología, solo se queda en la Visa. En la Navisá

El espíritu de la Navidad apela a ese sentimiento de solidaridad humana que hoy se desinfla ante la colosal empresa que supone hacer de los otros mundos sitios mejores para vivir. Y te quedas sin razones ante tanto desfalco de sueños.

Y encima, desde que le dieron el finiquito al calvo de la lotería no hacen más que ponernos cosas rarísimas, cursis y terroríficas, como el anuncio de este año -tan viejunos y anacrónicos todos ellos-, como el espíritu de la Navidad. Anda que no tendremos nosotros calvos más baratos, más interesantes y más pintureros que lo hagan mejor.

En fin, que ya llegó la Navisá, así que paz a los hombres de buena voluntad.

Si es que queda alguno.