Allá cuando los discos eran de vinilo (más o menos cuando el dinosaurio de Monterroso iba en parvulitos) los cazadores de rarezas rastreaban el envés de los singles en busca del otro lado de la música. Molaba mucho más Spanish Eyes que la cara A de aquel sencillo de U2 que hace 25 años sonaba en un bareto con futbolín analógico. En la cara B, como sabe bien el rabudo Mirás, está el periodismo que le busca las cosquillas a la verdad. Y es que el reverso de las cosas siempre resulta mucho más fascinante que la truculenta sonrisilla de su fachada oficial. Por eso contenemos la respiración cuando un juez, husmeando bajo las enaguas del poder, tropieza entre la mugre con una herrumbrosa caja negra. Porque sospechamos que bajo el candado puede estar el auténtico rostro de su tramposa realidad. Y porque la cara B nunca miente.