Un diputado en la corte del rey danés

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

08 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La insólita decisión de que el diputado Fernández Calviño realice sus funciones como parlamentario gallego desde la fría y lejana ciudad de Copenhague constituye un rotundo desmentido a dos de las supuestas verdades que la formación política a la que Fernández Calviño pertenece (AGE) trata de vender al público gallego como mercancías de primera: ni es cierto que la relación entre Anova y Esquerda Unida sea un amour fou a primera vista, sin espíritu de competición interna o mancha alguna de recelo; ni es verdad, tampoco, que AGE sea esa nueva fuerza alternativa, libre de todos los nefandos vicios que atribuye a los partidos tradicionales e instalados.

Ciertamente, si la relación entre Anova y Esquerda Unida fuera (¡Dios me perdone!) como la de los reyes Fernando e Isabel («tanto monta, monta tanto»), los coaligados no hubieran forzado a Calviño a soportar el calvario de ser diputado desde una distancia de miles de kilómetros. O bien Anova habría renunciado a un escaño en favor de su socio de coalición, o bien podría haberlo hecho AGE en su conjunto, asumiendo que la segunda candidata por Ourense, una vez expulsada de EU, pasara a engrosar ella solita el grupo mixto de la Cámara. Ni en el primer supuesto, siendo tan amigos los dos socios, el cambio en la correlación de fuerzas internas hubiera tenido consecuencias. Ni en el segundo, siendo, como es, absoluta la mayoría del PP, se habría producido un efecto parlamentario inasumible para AGE.

Mucha debe ser, por eso, la desconfianza interna entre los socios coaligados para que AGE haya optado por la peor solución imaginable. ¿O no lo es que Fernández Calviño conserve su acta al mismo tiempo que se marcha a vivir y trabajar en Dinamarca? Tal decisión, que supone una vergüenza y un escándalo, es lo más parecido que cabe imaginar, no a lo que hubieran hecho los partidos mayoritarios que AGE fustiga un día sí y otro también, sino al comportamiento de los partidos de cuneros del siglo XIX. Con una diferencia sustancial: que no creo que haya habido jamás durante la Restauración un cunero que lo fuera por la corte del rey de Dinamarca.

Seamos serios y digamos la verdad. AGE ha optado por mantener a Fernández Calviño en su puesto para evitar así alterar el peso relativo que tienen en su interior los de Yolanda y los de Beiras porque los coaligados están completamente convencidos de lo que los nacionalistas lo están en general: que aquello que es sucio y bochornoso si lo hacen el Partido Popular o el Partido Socialista es limpio y digno de respeto si lo hacen ellos o sus amigos.

¿Se imaginan lo que estaría saliendo ahora por la boca de Beiras si el diputado gallego con trabajo en Dinamarca y sueldo del Parlamento de Galicia fuera popular o socialista? Sí, es verdad: mejor no imaginarlo. Pues hacerlo da pavor.