Hoy es uno de esos días en los que dan ganas de volver a escribir sobre la incongruente llamada al esfuerzo colectivo para sostener los servicios públicos mientras se sigue despilfarrando. Dan ganas de recordar que los ciudadanos están asumiendo subida sobre subida -pese a los anuncios de bajadas de los impuestos- en los recibos de agua, basura y alcantarillado al tiempo que se les cuenta que la empresa a la que se paga el canon para tratar los desperdicios acaba enterrando miles de toneladas de residuos.
Hoy es uno de esos días en los que dan ganas de volver a escribir que el agonizante sector naval gallego sigue a la espera de que se cumpla un compromiso, suscrito con el presidente de la Xunta como oficiante, para la construcción de sendos buques para México, uno en Vigo y otro en Ferrol. Dan ganas de recordar que fue un acuerdo envuelto en el celofán de una precampaña electoral, por más que ahora cuando entra el pánico por los retrasos acumulados se subraye que es un pacto entre empresas que nada tiene que ver con la política.
Dan ganas, sí, pero mejor será hablar hoy de una feliz coincidencia: la concesión en el mismo año de tres premios nacionales a tres autores gallegos. Tres generaciones y tres disciplinas distintas que obtienen el máximo reconocimiento del Ministerio de Cultura. Manuel Álvarez Torneiro (1932), en poesía; José María Merino (1941), en narrativa, y Miguelanxo Prado (1958), en cómic. Y no está mal recordarlo, porque a veces pasa con el talento propio igual que con las olas gigantes que buscan como un tesoro los surfistas por todo el mundo. Aquí también las hay.