El gaviero

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

22 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Tenía algo de personaje de teatro. De secundario importante de películas en blanco y negro. Se fue con noventa años, cuando se cerró septiembre. De Bogotá a DF, ese pudo ser su pasaje. Demasiado resumen para quien hizo tantas cosas en vida. A Álvaro Mutis le han llamado barón rampante, algún discípulo, claro, de Calvino (Italo), y lo fue. Su voz era profunda, como de fondo de un pozo. Premio Cervantes por sus historias, fue poeta de versos de tinta negra. Él fue el hombre que le dio a leer a su amigo Gabo el Pedro Páramo de Rulfo. Mutis era tan peculiar como su obra. Esas empresas imposibles y tribulaciones posibles de Maqroll, el gaviero. Todos hemos querido ser gavieros en algún atardecer y tener por único destino el horizonte. A Maqroll, si se le lee, no se le puede olvidar. Es una literatura que se quiere, una esponja de nostalgias, de ocasos. Fue dueño absoluto de una fórmula improbable: capaz de escribir prosa al dictar poesía, capaz de hacer poesía al narrar prosa. A Mutis le debemos muchas páginas y que nuestra última escala sea el Tramp Steamer. Le debemos felicidades desviadas o erradas, o, más simple, traicionadas, como testigo de tristezas y fracasos que era su Maqroll. Un paisaje puede ser ruinoso, como a veces, una vida. Escribió el trópico y su tormenta, con un aguacero de letras vencidas.