El antiguo himno alemán, una bella melodía compuesta por Haydn, incluía a modo casi de estribillo, un rotundo: «Deutschland über alles». Que más o menos quiere decir 'Alemania por encima de todo'. Durante el Tercer Reich fue utilizado como una lectura perversa, y creo que fue Adenauer quien suprimió esa estrofa del himno nacional. Desde hace treinta años acudo puntualmente a Fráncfort cada otoño, me convoca la conocida Feria del Libro, cita profesional para quienes hicimos de los libros oficio. En este tiempo he visto cómo se terminaban de restaurar las torres de la catedral, se ponía a punto el casco histórico devastado en la segunda gran guerra, y brotaba el sky line, con las modernas y bellas torres que configuraban la capital económica de Europa. Sufrí la arrogancia cambiaria de un marco 80 pesetas y arribé a la playa del euro en una situación igualitaria cuando España adoptó la nueva moneda. Hace pocos años, un café era más caro en una terraza de Madrid que en la mas céntrica de Fráncfort. Fue en plena fiesta, cuando nos creíamos alemanes para el asombro general de lo germanos.
Y se fue apagando la luz. La verbena nacional ya no es lo que era, ni nosotros nos parecemos a los que vivimos el final del aznarato y los dos mandatos de Zapatero dentro de la delirante burbuja que parecía que nunca se iba a deshacer. Alemania sufre moderadamente las consecuencias de la crisis, paliada porque el Gobierno socialdemócrata de Schröder la detectó tempranamente y se puso a la tarea de intentar solucionarla cuando en España estábamos en pleno dislate económico. Diez años después, Alemania levanta gallarda la cabeza y con un Gobierno conservador cubre las deficiencias de la política social que más lesionan a su ciudadanía, con el consenso de la oposición progresista. Y pese a todo he visto incrementar el número de sintecho, durmiendo en el corazón comercial de la ciudad, y cada mediodía comprobé cómo crecía la cola de hombres y mujeres que auxiliaba un comedor social de un convento católico. Escuché hablar en español de España a más de un joven que aguardaba su ración, aunque la inmensa mayoría eran alemanes.
Mi simpatía por ellos es relativa, pero mi admiración por el esfuerzo colectivo, por el rigor y la disciplina, es muy notable. Han levantado el país en dos ocasiones durante el todavía reciente siglo pasado. Reconstruyeron la fractura impuesta después de Yalta, que desangró Alemania dividiéndola en dos Estados. Cuando se derribó el muro de Berlín , que hay que recordar que no cayó solo, el esfuerzo financiero y el sacrificio fiscal que solidariamente asumieron los ciudadanos del lado no comunista de la República solo fue posible conociendo la abnegación de un país que nunca entendió su partición.
Por eso über alles, por eso han sabido revitalizar su industria, y no es hora de analizar en este artículo ese tópico de que gracias a los mercados del sur, por eso y por encima de todo Alemania. Y, tópico por tópico, vuelve a ser la locomotora que, en este tren de la bruja que es Europa, tira de todos los vagones, los de cola incluidos. En este momento y como sin darme cuenta, se hizo la noche sobre Fráncfort.