En torno al tráfico

Gonzalo Ocampo
Gonzalo Ocampo EL RETROVISOR

OPINIÓN

29 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando por la vía estatal se informa a la ciudadanía acerca de la buena marcha -evolución a la baja- de las cifras de mortalidad en nuestras carreteras, la pasividad y la indolencia, generalizadas, vienen a conformar una banalización que no deja ver la dimensión de un problema social de primer orden. Cualquier muerte de personas en el desarrollo del tráfico, como actividad ordinaria y necesaria, es un cierto fracaso de todos: políticos, gestores y usuarios, a salvo episodios extraordinarios que escapan a toda prevención. La vida humana se destruye de modo violento y la causa eficiente está en el mal uso de automóviles. La sociedad acepta sin reservas toda progresión técnica, aunque a todo invento acompaña inexorablemente su faz amenazante. Faltan las renovaciones morales al lado de otros crecimientos y, en la crisis que nos toca tan de cerca, falta el sentido ético de la vida. Y falta, junto a tantas acciones en pro de la seguridad vial, otra más ambiciosa y ardua, cual es la que trate de vencer la pasividad de la persona, hasta que se sienta sujeto, fundamento y fin del orden social.