Para saber que el rey había sufrido un retroceso en su recuperación no había más que verlo. Tenía dificultades para moverse y se le notaba el sufrimiento en el rostro. Quizá había algo más invisible: una cierta inseguridad en su comportamiento, que se acentuaba más en sus presencias en público. Por las noticias de que dispongo, antes del verano don Juan Carlos podía dar paseos de dos kilómetros, sin más apoyo que sus muletas. A partir de los primeros días de septiembre empezó a notar el primer síntoma: una tremenda dificultad para mover su pierna izquierda. A partir de ahí, las consultas médicas y la decisión final: hay que volver a pasar por el quirófano, quizá el lugar externo a la Zarzuela más frecuentado por su majestad en los últimos dos años.
Todo lo ocurrido entra en la normalidad de la evolución de un enfermo, con sus avances y sus complicaciones y, como dijo un periodista en la rueda de prensa, la mala suerte de que esa infección, que se produce en un pequeñísimo porcentaje de operados de cadera (1 o 2 %, dijo el doctor Cabanela) le haya tocado precisamente al rey. No habría mucho más que decir si no fuese por dos circunstancias añadidas.
La más llamativa fue que, como no estamos acostumbrados, la convocatoria de una rueda de prensa en la Zarzuela movilizó las especulaciones. El rumor llegó a decir que podíamos estar ante la abdicación de su majestad. Y no ha sido mal rumor, porque ha servido para que Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, explicase que esa es una decisión personal de don Juan Carlos, y don Juan Carlos no se lo ha planteado. Una vez más, queda apartada esa idea (que, por cierto, habría que discutir si necesita una ley orgánica) de la circulación informativa. La otra posibilidad constitucional es la inhabilitación temporal del rey, iniciativa que correspondería a las Cortes, y solo puedo exclamar: ¡Dios, cómo suena esa palabra! ¡Cómo suena, sobre todo, cuando no hay motivos para pensarla!
Y la segunda, el lugar de la operación. Se ha decidido que sea en España y es un acierto. Es un poco cutre decir esto, pero no sería un buen ejemplo que el rey de España se operase en la Clínica Mayo de Rochester cuando aquí se siguen inventando e imponiendo copagos. Y sería una mala imagen para el país que presume de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Se va a operar en España, lo va a intervenir uno de esos gallegos eminentísimos que tenemos por el mundo, y ahora lo único importante es que todo salga bien. Personalmente, lo deseo de corazón. Políticamente, la recaída del rey es una mala noticia que se produce en un mal momento. Don Juan Carlos es humano, pero es el rey. Y todavía lo necesitamos en plena vitalidad.