¿Qué ha fallado? Nada, afortunadamente

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

10 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Qué ha fallado? Nada, afortunadamente. Entre poner los juegos olímpicos en manos de un país con seis millones de parados o dárselos a uno con sus calles permanentemente incendiadas, se prefirió confiar en un país económicamente poderoso y socialmente estable. Sucedió lo lógico. Lo mejor para todos. Y casi habría que celebrarlo porque, conociendo la catadura de quienes tomaron la decisión, lo óptimo no estaba garantizado en absoluto. Lo que resulta absurdo es analizar en términos democráticos o de lógica económica y deportiva una elección que solo depende del voto de 98 petimetres que solo defienden sus propios intereses políticos, económicos y sociales -o los de quienes los patrocinan-, y cuya predisposición al soborno está archidemostrada.

La gran mayoría de los miembros del COI carecen de la mínima preparación para tomar una decisión de ese calado. Sus méritos son ser parientes de reyes, empresarios adinerados, exdeportistas y hasta hijos de anteriores miembros. Tampoco se entiende muy bien la insistencia en elogiar el papel jugado por el príncipe de Asturias en la captación de apoyos. Aunque nadie se atreva a decirlo, más allá de su buena planta y su excelente dominio del inglés, la labor de lobby de don Felipe se ha saldado también con un estrepitoso fracaso que se tradujo en unos exiguos 26 votos, menos de los que consiguió su desprestigiado padre en las dos anteriores ocasiones en las que Madrid optó a los juegos.

Se trata, por tanto, de un fracaso coral. Y así habrá que asumirlo. En lo político, quienes pusieron pegas a que se invirtieran recursos en esta aventura temeraria fueron minoría. La mayoría de los medios de comunicación tampoco dijeron una palabra en contra de que se abordara este oneroso proyecto en medio de una crisis económica que obliga a retirar prestaciones sanitarias y hasta a cobrar las medicinas a ancianos y jubilados. Incluso los nacionalistas de CiU y el PNV optaron esta vez por no criticar a Madrid 2020. Y, sin embargo, 24 horas después de la decisión todos escupen sobre una candidatura que antes elogiaban y que contaba con un inexplicable y masivo apoyo popular. Y no solo eso. Todo el mundo sabe ahora, al parecer, que Madrid no tenía ninguna posibilidad porque su proyecto, además de malo, estaba defendido por una pandilla de incompetentes. Omite casi todo el mundo que ese grupo de ineptos contaba con un respaldo político ampliamente mayoritario, empezando por el del líder de la oposición. Es evidente que al éxito de la improbable victoria en la elección de la sede olímpica se habrían apuntado casi todos. No hay más que ver el mastodóntico tamaño de la delegación enviada a Buenos Aires. Pero el fracaso siempre es huérfano. Hemos perdido ya demasiado tiempo y dinero en una quimera absurda. No sigamos perdiéndolo ahora pidiendo explicaciones.