Inventariar para expoliar

Juan María García Otero TRIBUNA EXPERTO EN PATRIMONIO

OPINIÓN

18 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

H ace unos años llegó a mis manos un curioso libro que contenía el primer inventario llevado a cabo por un malquerido e impuesto rey de España. Reflejaba todos los cuadros y obras de arte existentes en el Museo del Prado, así como los de las colecciones reales. Dicho libro recogía por primera vez toda la larga lista de las obras de arte pertenecientes a la Corona perfectamente clasificadas y catalogadas. El trabajo ingente que supuso este primer inventario fue encargado personalmente por José Bonaparte.

La pretensión del hermano de Napoleón Bonaparte, mal llamado Pepe Botella, no era el simple conocimiento y análisis de las obras de arte, que también, puesto que era un hombre culto. La verdadera razón era el poder hacer una selección de las mejores obras para, finalmente, poder llevárselas de España.

Disculpen que utilice una frase que siempre tengo presente: no existe nada nuevo bajo el sol. Desde que el mono bajó del árbol y se hizo más inteligente, pienso que el afán de posesión y codicia se hizo consuetudinario y, desde luego, no albergo ni la menor duda, de que esta cualidad figura grabada indeleblemente en nuestro ADN.

La historia no cuenta que, cuando a uña de caballo José Bonaparte salía huyendo de las tropas del duque de Wellington, para la ocasión aliado nuestro, nunca pensó que más de doscientas de aquellas grandes obras se le quedaran por el camino. El inglés vencedor de aquella batalla en Vitoria se encontró con aquel inesperado tesoro, que como botín de guerra mandó custodiar en su tienda. El nefasto rey Fernando VII donó graciosamente al insigne general inglés gran parte de aquel fabuloso botín, por haberlo obtenido, según sus propias palabras, «por métodos tan justos como honorables».

Tiziano, Rubens, Van Dyck, Breughel, Juan de Flandes y Velázquez eran algunos de los pintores que el bueno de Pepe Botella había seleccionado para llevárselos como algo propio. Un Wellington vencedor ahora se los llevaba legalmente como botín de guerra a su amado Londres, en donde descansan desde entonces lejos de España.

Por qué será que rara vez el patrimonio expoliado es devuelto a sus verdaderos propietarios. Cuando raramente alguien lo hace, es después de muchos años y de enconados pleitos y artimañas que agotan la paciencia de los expoliados. Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin, ladrón sin escrúpulos donde los halla, robó los mármoles del Partenón en la Acrópolis de Atenas. Los ingleses llevaron a cabo un impecable y meticuloso saqueo con estas joyas inigualables a lo largo de todo un año. Diecisiete barcos fletados fueron los encargados de transportar el botín a Londres. Hoy aquellas obras de arte se encuentran repartidas por museos de todo el mundo, siendo el Museo Británico el principal acaparador del expolio, sin que hasta ahora hayan sido devueltos. Se confiaba en que Gran Bretaña tuviera un gesto y lo devolviera a Grecia antes de los pasados Juegos Olímpicos, pero este tipo de gestos no figura en el ADN de los ingleses.