En el ámbito del tráfico, más resonancia pública y mediática que las limitaciones de velocidad ha tenido la otra intención oficial de imponer el uso del casco protector a los ciclistas que utilicen las vías urbanas. No extrañe cierta perplejidad. En este asunto no se ha recurrido a la muestra de indicativos estadísticos de la accidentalidad ciclista.
Las bondades de la bicicleta son conocidas: vehículo ligero, silencioso, nada contaminante. Ayudaría a la consecución de un tráfico más sosegado.
Se observa que los ciclistas cabales utilizan motu proprio el casco protector, en tanto que otro sector, mucho más amplio -jóvenes y adolescentes-, parece entender la bicicleta como un medio para la exhibición deportiva o circense, siendo dudoso que decidan por sí el uso del casco sin que, en su defecto, alguien les obligue a ello. Queda esperar.