Boston y la sinrazón

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

17 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Y de nuevo el horror. No deja de sorprender la facilidad con la que se puede cercenar la vida de una persona, mutilar su cuerpo, traumatizar su mente empleando vacuas excusas ideológicas, de venganza, de estupidez o por el simple afán de pasar a la historia como el más cruel.

Si dar vida cuesta tanto y exige una gran responsabilidad, acabar con ella resulta de una sencillez que pone los pelos de punta.

Las dos bombas artesanales que estallaron ayer en la meta del maratón de Boston nos han vuelto a conmocionar por producirse en un acto en el que el objetivo era la superación personal en un ambiente lúdico y con una masiva asistencia de público. El lugar perfecto para provocar una masacre de gente corriente. Los atentados masivos no son algo infrecuente en Estados Unidos. Norteamérica es un país en el que el derecho a usar armas está recogido en su Constitución y la violencia es parte de su día a día.

Cuando no hace mucho que se había reducido el estado de alerta en los aeropuertos y demás lugares públicos y Obama se encuentra embarcado en una intensa campaña para lograr la restricción en el uso de las armas, este atentado podría reactivar una nueva paranoia por la seguridad. La desgracia de los inocentes, una vez más, puede beneficiar a la industria armamentística en detrimento de la razón, que dicta que la violencia solo genera más violencia.