Querida Dolores

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

10 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Confieso mi fascinación irrevocable por usted. He convertido en politono del iPhone su delirante intervención sobre las simulaciones contractuales en diferido, y cuando la realidad me aprieta y necesito un breve desahogo, pongo la versión larga. Ni el mejor Faemino desquiciado por una sobredosis de su Kierkegaard querido hubiese podido elaborar una plática con semejante tensión dramática. He consumido días enteros tratando de averiguar qué sucedió entre bambalinas para que, embutida en su túnica de factura franciscana, ocupase el ruedo para regalarnos semejante momento. La imagino en los segundos previos repitiendo el discurso como una estudiante aplicada y ensayando esa sonrisa gélida que contradice los contornos dulzones de su cara. Hay políticos secuestrados de por vida por un instante y el suyo, sin duda, fue el de las indemnizaciones en diferido,  extraña terminología, por cierto, que nos embute en aquella España del UHF que teníamos empaquetada en naftalina . Tal fue la densidad de aquel disparatado periquete dialéctico que no ha vuelto a responder una pregunta. Cuentan sus propios camaradas que tiene usted buenos enemigos en el partido. Que la frágil Soraya no la sufre y la volcánica Esperanza la insulta cuando están en familia. Imagino que su arrogancia anda maltrecha estos días. Nos había acostumbrado a su desacomplejado descaro, dispuesta a proclamar que es la única persona de derechas que queda en España. Aún recuerdo el día que rebautizó al PP como el partido de los trabajadores, ataviada con una palestina. Aquella mañana demostró que estaba dispuesta a todo. Por eso es tan inquietante su monumental traspié. Y por eso no se entienden sus balbuceos.