Al itálico modo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

02 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Sucedió lo previsto. Berlusconi cada vez se parece más al Duce. La izquierda no logra cauterizar las viejas heridas y la memoria es perversa para el Partido Democrático que, décima a décima, no consiguió ser la gran alternativa que pronosticaban las encuestas, pese a que en esta ocasión se fue recomponiendo el puzle de las distintas tendencias y familias rossas. La irrupción de una alternativa antisistema liderada por un cómico popular que convirtió la campaña en un monólogo peligrosamente populista, antieuropeo y xenófobo -albaneses y rumanos go home- y mudó el programa por un conjunto patético de consignas, convirtiéndolo en una jaula de grillos (Beppe), produjo unos resultados que comprometen el discurso democrático.

El itálico modo hace peligrar el modelo Rajoy de ortodoxa disciplina merkeliana y exhuma de nuevo el cadáver mal enterrado del rescate. Italia hace temblar a Bruselas, y anima a los mercados -¿quiénes son los mercados?- a utilizar la prima de riesgo como amenaza previa a la intervención.

España estaba y está en la misma cordada que Italia y juntas ascendían, a punto estaban de hacer cumbre, el Mont Blanc europeo que desplazó a Berlín la legendaria montaña.

Italia es un país imaginativo, Una potencia industrial capaz de imponer mundialmente la pizza y el risotto, el café y las cafeteras, de exportar alta costura y prêt-à-porter, de poseer una puntera industria del motor que va de la Fiat a la Ferrari, del Lamborghini a la Lambretta, de meter en el mismo paquete a Benetton y Armani y de tener una importante fractura territorial que parte en dos a Italia en una histórica brecha norte-sur con Roma como bisagra.

Yo amo profundamente Italia, Lucca es una de mis ciudades referenciales, y cuando esto escribo estoy a punto de viajar a Turín. Por eso siento el resultado electoral, el fracaso, casi como propio, la desventura de unos comicios que han traído de nuevo la desesperanza, y que nos acercan al desastre griego cuando miramos al país de los Apeninos.

La baja participación junto con el 25 % de los votos alcanzados por el partido de Grillo nos obligan a una reflexión profunda acerca de la deserción del electorado y el ninguneo de los políticos convencionales a la ciudadanía.

Quienes creemos en la defensa de los valores democráticos debemos preguntarnos qué estamos haciendo mal, y aunque suponemos que la respuesta es todo, pedimos una nueva oportunidad para restaurar los viejos principios y para que el itálico modo no sea un canon perverso sino la áurea proporción del ejercicio político.