Se les va de las manos

Jaime Miquel
Jaime Miquel TRIBUNA

OPINIÓN

05 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La respuesta de Rajoy al escándalo de su extesorero Bárcenas ha sido que en el PP no hay caja B, y la reacción de Rubalcaba, la propia de quien tampoco tiene este tipo de caja en su partido. La sociedad en su conjunto está convencida de que en los partidos políticos hay financiación ilegal, todo un problema, pero los líderes del PSOE y del PP lo niegan. Estando así las cosas, continuaremos contando cómo funciona esto. Es muy sencillo. El poder solo se ejerce por la fuerza o generando confianza en las personas, dentro de un sentido común favorable a los intereses de ese poder. Lo que quiere decir que ahora mismo el PP o el Gobierno no ejercen ninguno, pero tampoco el PSOE o el Parlamento, porque la sociedad desconfía, sin confianza no puedes convencer y si no convences no mandas. Lo explicábamos en un artículo reciente: el Estado español solo se sostiene, tal y como lo conocemos, por el doble marco referencial que sustenta el poder institucional de la Unión Europea sobre España, que un Estado miembro del euro no es viable fuera del mismo, y que la deuda es un producto colectivo, dado que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades conforme a nuestras posibilidades de vivir por encima. Ambas cuestiones definen el sentido común favorable al sistema euro. Inténtese averiguar por ejemplo qué parte de la deuda es de las familias y qué otra es de las empresas y se comprobará que no es fácil: el concepto familias y empresas es clave para el ejercicio de este poder institucional de la Unión Europea. Y son dogmas: Cameron, por ejemplo, acaba de lanzar un torpedo a la línea de flotación del principal: se puede vivir fuera del euro e incluso fuera de la Unión Europea, sobre todo si tu PIB es de un tamaño considerable, como el español.

Que el sistema que nos representa no sea capaz de generar una respuesta esperanzadora para las personas es de una gravedad extrema, pero quizá sea definitiva la convicción social de que esta clase política es perniciosa para la economía, que ahuyenta al inversor (90 %, Metroscopia, febrero del 2013). La sociedad tiene perfectamente identificado el problema: Rajoy, por ejemplo, protege a la ministra Ana Mato, que no tiene el sentido común de dimitir por si acaso pudiera perjudicar. Es como si todo les diera lo mismo, y esto genera ira: la angustia no se transforma en miedo sino que lo supera, imponiéndose a partir de ese momento las emociones positivas, que si coinciden en muchos individuos se transforman en movilización social. Que tiene que desaparecer esta clase política y que lo hará ya está escrito. Me estrené en esta profesión diciéndole a UCD en 1982 que tenía que luchar por el 10 % de los válidos, estas cosas pasan; la cuestión es que se haga de una forma inteligente y ordenada. Es por esto imprescindible establecer un nuevo horizonte de esperanza para las personas, o el caos está servido aunque la clase académica esté en las musarañas. O los viejos políticos del siglo XX le dicen a la gente cómo se van a marchar, o la gente los echará.