De lo público a lo privado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

16 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si usted oye hablar de «puerta giratoria», recuerde que se trata de reflejar la facilidad con que algunos políticos españoles pasan del ámbito público a la empresa privada. En los últimos días hemos visto varios casos, todos del Partido Popular, que es el único que, al parecer, tiene dirigentes susceptibles de ese cambio. Hemos visto el ingreso de don Rodrigo Rato en una asesoría de Telefónica, aunque no se puede hablar de tránsito directo, porque Rato ya había pasado por otros puestos similares y por Bankia, además del FMI. Hemos visto al exconsejero de Sanidad de Madrid, señor Güemes, que fichó como consejero de una empresa sanitaria que presta un servicio que él mismo había privatizado y ayer dimitió, en vista de las críticas y sospechas publicadas. Y lo último es la contratación de Esperanza Aguirre por una empresa catalana de cazatalentos.

Estos fichajes, aisladamente, son defendibles. Incluso el del señor Güemes, porque superó ampliamente el período de incompatibilidad que marca la ley. Si ayer presentó su renuncia, merece elogios: no se aferró a la legalidad, sino que ha sido sensible al malestar ciudadano. De Esperanza Aguirre hay que decir que tiene todo el derecho del mundo a trabajar donde quiera, con tal de que sea una empresa que no haya tenido relación contractual con la Comunidad de Madrid. Lo único que se puede discutir (y no es poco) es que siga siendo presidenta del partido gobernante. Es legalmente compatible, pero de dudosa estética.

Lo perverso a efectos de opinión pública es la acumulación. Tantos fichajes y tan sonoros en poco tiempo transmiten malas sensaciones. Transmiten que son demasiado fluidos los vasos comunicantes entre lo público y lo privado, lo cual crea la sospecha de tráfico de favores, aunque no sea verdad. Transmiten que hay ciudadanos y ciudadanas privilegiados, que siempre los hubo, pero se entiende mal que los privilegiados tengan que ser necesariamente políticos. Y transmiten que en un país con el 26 % de parados, quienes fueron cargos públicos prácticamente se pueden permitir el lujo de elegir puestos de trabajo de alta selección. Es como si todos hubiéramos invertido nuestro dinero en la formación de dirigentes, y ahora esos dirigentes se pasan a la competencia.

Creo que Esperanza Aguirre hará un gran papel en su nuevo puesto, como lo habría hecho Juan José Güemes en el suyo. Además, se lo deseo; pero no se trata de discutir eso. Se trata de borrar la imagen de contratación de personas influyentes, como ya hubo que anotar en los puestos de Felipe González y José María Aznar en importante grupos empresariales. Se trata de superar la sensación de privilegios. Y se trata, como digo, de evitar la acumulación.