Cataluña la vieja

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

09 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

E l moderno independentismo catalán nace con la olimpiada del 92 y culmina con Vicky, Cristina, Barcelona. Antes de la primera, Cataluña era la patria de Mary Sampere, José Luis Barcelona y Gustavo Re, y los nativos asistían a los cabarés del paralelo y bailaban la sardana para el Nodo. La obra cumbre de la literatura catalana del siglo veinte era (y es) Vida de Manolo, de José Pla, el Panero de allí, y los lectores del increíble detective Carballo, el del otro Manolo, bebían vino blanco y quemaban libros en la chimenea. Desde luego Cataluña no era la Región de Juan Benet, ni la Santa María de Onetti, ni, mucho menos, la Yoknapatawpha de Faulkner. Cataluña era la España de Franco por antonomasia. Pero vinieron los socialistas de Felipe, de Maragall, con sus juegos olímpicos, limpiaron la ciudad y la llenaron de diseño y de comediants, de Fredy Mercury, y de Cobi, y ¡amigo!, los catalanes descubrieron que podían ser otra cosa. Aquí, en cambio, Pérez Varela nos puso un Pelegrín rácano y paleto para la Galicia sin glamur de Fraga, Cacharro, Baltar y Cuíña; la Galicia de Superpiñeiro. Hoy Cataluña está recuperando con paso firme su vocación pueblerina. Comenzó el sectarismo paleto con la Feria del Libro de Fráncfort en el año 2007, donde gastaron más de 20 millones de euros en fastos para los escritores locales en lengua vernácula. Ahora se quieren independizar de sí mismos, de su pasado putero y aburrido. No me extraña. Y por mí ¡que viva Woody Allen!