Marea blanca

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

06 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Recortar no es sinónimo de privatizar. Sin embargo, el Gobierno madrileño del PP, que no sigue la máxima ignaciana de no hacer mudanza en tiempos de desolación, se ha lanzado a privatizar la sanidad pública sin tener en cuenta el previsible grave deterioro de los servicios afectados. De momento, ha anunciado la privatización de la gestión de seis hospitales inaugurados en 2008 y de 27 centros de salud, además de la concentración de los laboratorios en solo cuatro centros y la transformación del Hospital Carlos III en centro de media y larga estancia. Huelgas de médicos y personal sanitario (que prevén la pérdida de 8.000 puestos de trabajo) y una gran manifestación -una «marea blanca»- han rechazado el despropósito privatizador y las falsedades argumentales que lo sustentan, en beneficio de grupos de capital privado.

El radicalismo ultraliberal de los aguirristas madrileños es tan descarado y arbitrario que ni tiene el visto bueno de la dirección nacional del PP. Su teoría privatizadora, basada en cálculos que no divulgan, acabará por destruir equipos médicos que han logrado prestigio, dividirá a los pacientes en rentables y no rentables y hará que la sanidad degenere (beneficio de por medio) en una asistencia con menos personal y menos recursos materiales. Todo esto no parece importarles porque, si no tienen una argumentación convincente, tienen un fin. Y el resultado, como dijo un portavoz de UPyD, es el predominio de la ideología (interesada) sobre la evidencia.

Porque la evidencia es que la sanidad pública es una conquista irrenunciable. Es un gran logro social que no se puede desmantelar y repartir entre grupos más o menos próximos, aprovechando los aprietos del momento. Los convocantes de las huelgas lo han dejado claro: «No es un problema de salarios». Tampoco un problema de negarse a reducir los costes, porque la sanidad pública se puede ajustar a presupuestos menores. Lo inaceptable es cargarse el modelo que los ciudadanos hemos forjado con tanto esfuerzo. Si el PP de Madrid lo hace, lo pagará en las urnas, y el beneficiado puede ser el socialista Tomás Gómez, que lamentablemente no ha sabido hacer nada para merecerlo.