Más de un ciudadano de los que ayer dedicaron unos minutos al debate de investidura, aunque fuera de forma involuntaria, se habrá preguntado: ¿Pero de qué están hablando estos señores? Esos señores, sus señorías, son los diputados que los gallegos eligieron el 21 de octubre para gestionar las cuentas del país y concentrar todos los esfuerzos en una tarea común que no puede ser otra que evitar su naufragio. Pero, aunque pocas veces el rumbo de la nave puede estar más claro en unas aguas que no se recuerdan tan revueltas, las esperanzas de llegar a puerto son todavía tan inciertas como la posibilidad de que los representantes del pueblo remen en la misma dirección. Porque enredarse en discutir la paternidad del desempleo es inmoral cuando se cuentan 120.000 nuevos parados en los últimos siete años. Porque los que se han quedado sin trabajo, y los que temen perder el que tienen, no entienden de macroeconomía, ni de déficit, ni de herencias políticas. Esos ciudadanos encontrarían ayer pocos motivos para la ilusión, para volver a sus cosas pensando que otro país es posible, que en Galicia no pasará otra vez lo de siempre.