A mí la fuerza de la naturaleza siempre me ha dejado un regusto emocionante. Me parece que los dioses se encolerizan o se desperezan recordando al ser humano lo pequeño que es. Lo mismo que hace la Iglesia católica los Miércoles de Ceniza o hacía el esclavo de César tras él en la cuadriga mientras le sujetaba la corona de laurel: recuerda que eres mortal. Cosas así, pero a lo bestia. Nosotros conocemos bien la fuerza del océano, que por mucho que se avance en telefonía móvil o medicina nuclear sigue arrebatando vidas a los navegantes que le surcan la espalda en cóncavas naves, que diría el bueno de Homero.
Lo del huracán Sandy, además de las imágenes de archivo que tan bien conocemos -las del tsunami de Indonesia o de las inundaciones en Lorca- nos trae la del candidato Obama transformado en presidente de los Estados Unidos, ya saben, el comandante en jefe del Air Force One de la famosa película. Obama ahora es Harrison Ford.
Aquí, por mucho que llueva, Rajoy sigue siendo Rajoy y Cataluña no será España. Arroz con bacalao. Cataluña nunca ha sido España, que es lo que caracteriza a España -y a Cataluña, claro-. Es el eterno hijo que se quiere ir a vivir con la novia. A Cataluña le avergüenza su familia porque sorbe la sopa, y tiene razón. Porque España es Paco Martínez Soria y Cataluña, por poner un ejemplo, don Jaime de Mora y Aragón, que lleva un fular de seda y mete sablazos hablando francés.
Y mientras esto ocurre, en EE. UU. Sandy va a relanzar la economía. Y si no al tiempo.