La ministra alemana de Educación ha sido acusada de haber plagiado su tesis doctoral, unos meses después de la dimisión del que fuera titular de Defensa, al que por idénticas razones le han retirado el título de doctor. Entre ambos, ha quedado en el camino una eurodiputada del Partido Liberal, que renunció a su puesto de vicepresidenta del Parlamento Europeo tras revelarse que plagió su tesis, y está pendiente de resolución el caso del jefe del grupo parlamentario de la CDU en la cámara regional de Berlín, también bajo sospecha de plagio.
Muchos medios españoles han aprovechado la ocasión para subrayar que mientras que en otros países europeos el «simple hecho» de haber copiado una tesis doctoral es motivo de renuncia, en España los políticos no dimiten nunca, dando a entender que el plagio de la tesis doctoral es cuestión menor. No está de más recordar, para los despistados, que el título de doctor es el más alto grado académico, que se alcanza, salvo excepciones, con varios años de dedicación y esfuerzo. Sin embargo, mi intención es centrarme en cuestiones bien diferentes.
La primera hipótesis que cabe plantearse es que en Alemania el número de políticos que realizan la tesis doctoral sea muy alto y, por tanto, estos casos representarían solo un pequeño porcentaje del total. Aceptando esto como cierto, parece evidente que en la selección de ministros hay un cierto sesgo hacia los que tienen tendencia a hacer trampa. Si lo publicado es verdad, y ciñéndome a los datos, más del diez por ciento de los ministros alemanes de esta legislatura copió su tesis doctoral. Toma castaña.
La segunda, y no es cuestión sin importancia, es que mientras la trayectoria académica de un político tiene importancia en Alemania, en España parece irrelevante; nadie, por tanto, incluiría en nuestro país un título de doctor falso. Es verdad que el haber realizado la tesis doctoral no garantiza solvencia en la gestión, y no me obliguen a poner ejemplos, pero no hay más que repasar la trayectoria de alguno de nuestros altos cargos, por llamarla de alguna manera, para ver que su currículo no ha sido determinante para el nombramiento.
Les aseguro que no pretendo criticar a los políticos, ni abogo por una visión elitista de la cosa pública; sé, además, que lo que les comento es solo una anécdota. Lo que no es cuestión menor, es que mientras muchos jóvenes españoles tienen que retirar el título de doctor de sus currículos para poder acceder a puestos de trabajo poco cualificados, algunos cargos públicos incorporen en su perfil profesional títulos falsos. Tal vez esto sea una consecuencia del denominado Plan Bolonia, con la libre circulación de títulos por Europa, pero no está de más recordar quién nos pone los deberes.