Dime quién te gobierna y te diré quién eres

OPINIÓN

18 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En solo 24 días -los que separan el 21-O del 14-N- los gallegos vamos a vivir dos experiencias tan fascinantes como contradictorias, que dan una exacta medida de lo claras que tenemos las ideas. Primero vamos a acudir a las urnas para darle una nueva mayoría absoluta al PP de Feijoo y refrendar todas las políticas y estilos de Rajoy. Y después vamos a ir a una huelga general, que los sindicatos acaban de convocar, para protestar contra las políticas de Rajoy y de Feijoo, y para pedir que se apliquen las rancias utopías de Toxo y las simplezas infinitas de Cándido Méndez.

Primero el día y después la noche. Primero el entusiasmo clientelar y la dócil legitimación del recorte y el ajuste, y después la airada protesta contra Draghi, los banqueros, los ricos, los obispos integristas, el copago y el sursuncorda. Primero hacia allá y después hacia acá, para que nadie sepa ni lo que somos ni lo que queremos, o para suplicar caricias que luego nos hacen a contrapelo. Primero Merkel y después la Syriza, como si la política fuese una dialéctica infernal e incomprensible entre Eros y Tánatos.

Pero no se preocupen, porque detrás de esta apariencia de caos y locura colectiva resplandece un principio tan popular como lógico, ya que la misma razón que explica que las personas somos iguales a aquellos con los que andamos -«dime con quién andas y te diré quién eres»- también permite conocer cómo es un pueblo sabiendo quién lo gobierna -«dime quién te gobierna y te diré quién eres»-, sin que nadie tenga derecho a creer que los amigos y los Gobiernos, en vez de ser elegidos, caen del cielo como los meteoritos.

A nosotros nos gobierna -¿o no?- Mariano Rajoy. Y estaríamos locos si no nos diésemos cuenta de que si lo hemos elegido por mayoría absoluta es porque tiene algo que nos mola, o una cosmovisión -Weltanchauung diría Merkel- con la que, mediante la interiorización reflexiva del Volkgeist que previamente construimos -la galeguidade en nuestro caso-, acabamos identificándonos. Y por eso empiezo a temer que nos gustan igual las mayorías absolutas que aplican el rodillo y las huelgas generales contra las mayorías absolutas; los presidentes dubitativos y los indignados que se enfrentan con la policía; el neoliberalismo de De Guindos y la utópica solidaridad de Cayo Lara; el cartesianismo liberal de Schaüble y el socialismo edulcorado de Hollande; las óperas de Wagner y el regreso puntual de Antón Reixa y Os Resentidos. Porque somos así y votamos así. Y porque estamos encantados de que nuestros gobernantes suban las pensiones y pidan el rescate al mismo tiempo. ¿O no?

Por eso conviene recordar que esta contradicción es perfectamente lícita si se asumen sus consecuencias, y si, en vez de ver la crisis como una maldición divina, aceptamos que Rajoy y su pueblo andan igual de despistados.