En su visita a Madrid, Angela Merkel se declaró «impresionada» por el ritmo y la contundencia de las reformas que está poniendo en marcha Mariano Rajoy, al tiempo que le advertía, como de pasada, de que tenía que seguir haciendo los deberes. Por lo que se ve, la canciller alemana es muy impresionable, ya que si tiramos de ese tesoro impagable que son las hemerotecas comprobamos que también se mostró «impresionada» -exactamente la misma palabra- ante los ajustes que hizo Zapatero en el 2010. Muchos españoles, ya sean parados, pensionistas, jóvenes, funcionarios, trabajadores, dependientes y demás damnificados, están mucho más que impresionados. Vapuleados y cabreados. Bajada de sueldos, subida de impuestos, pérdida de derechos laborales, más desempleo, recortes en sanidad y educación. Todo ello ciertamente impresionante. Supongo que Merkel estará también impresionada por la reducción de sueldos de los portugueses en un 7 % como última vuelta de tuerca, por ahora, después de sufrir innumerables hachazos a raíz del rescate. No dudo de que si los griegos aceptan la exigencia de la troika de trabajar seis días a la semana y reducir a la mitad la indemnización por despido, se mostrará impresionada. De momento, esas impresionantes medidas de austeridad a ultranza, de tijeretazo y tente tieso sin más, han conducido de forma inexorable al callejón sin salida de más recesión, más paro, más sufrimiento, menos derechos, más desigualdad y más inseguridad. Cuando Merkel se manifieste impresionada por las reformas, échese a temblar. Porque en la neolengua que se trata de imponer, reformas es casi siempre equivalente a recortes.