Autocrós

Gonzalo Ocampo
Gonzalo Ocampo EL RETROVISOR

OPINIÓN

23 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Es en 1899 cuando en la exposición Universal de París se presenta por primera ante las gentes el automóvil. En mayo de 1903 tiene lugar la carrera de automóviles París-Madrid, titulada primero como «acontecimiento del siglo», luego como «carrera mortal», al suspenderse al cabo de la primera etapa, en Burdeos, tras contar diez viandantes muertos. Quiere decirse que el exhibicionismo y la competitividad se unen a los comienzos de la automoción, aligación esta que perdura, aunque la propia versatilidad del automóvil cambie los modos de competir. Y, de algún modo, se trata de llegar a pruebas como el autocrós de Arteixo, en la que por causa del incendio súbito de un vehículo unas cuantas personas resultaron heridas.

¿Aspectos legales? La normativa sobre pruebas deportivas, en la legislación sobre tráfico y seguridad vial es, desde luego, prolija, pero tal vez aquejada de nitidez y de radicalidad. El principio general «prohíbe entablar competiciones de velocidad en las vías públicas o de uso público», pero con inmediatez añade: «salvo que, con carácter excepcional se hubieran acotado».

Acotar, es la clave. Acotar es poner límites, fijar, tarea que en estos lances corresponde a los autorizantes de la prueba y a los organizadores, «establecer distancias» entre espectadores y competidores, sabiendo que los errores y las tolerancias hacen que la seguridad resulte tantas veces absolutamente precaria.