Aumenta la demagogia

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

22 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Puede acabar siendo una plaga. La demagogia se está desmandando entre nosotros. Los argumentos cada vez se van simplificando más, hasta convertirse en afirmaciones categóricas intelectualmente escuálidas. El presidente de la patronal de la Comunidad Valenciana, José Vicente González, pide que se prescinda de funcionarios como se prescinde de otros trabajadores, para evitar que este sea «un régimen de castas». El líder jornalero comunista Juan Manuel Sánchez Gordillo quiere extender el modelo social de su Marinaleda a toda España, sin advertirnos de que el suyo es un modelo inviable sin las muchas subvenciones que recibe. Mientras tanto, Rajoy, Rubalcaba y otros tratan de mantener la discrepancia política dentro de unos márgenes razonables, conscientes de que ya hay demasiados demagogos con ganas de echarse al monte. ¿Una plaga? Desde luego son una consecuencia no deseada de la crisis. Pero me temo que la clase política, que recibe casi todos los varapalos, sea merecedora de ellos.

Porque nuestra actual clase política, lejos de mejorar la que surgió tras la muerte de Franco, parece haberse ido debilitando por la vía múltiple del compadreo, la consanguinidad, el pago de favores y los intereses varios.

Tenía toda la razón el escritor Arturo Pérez Reverte cuando tituló un artículo reciente: «Políticos opositando: ahí los quiero ver». Porque del mismo modo que hay que opositar para catedrático, notario, juez, abogado del Estado, inspector de Hacienda y un larguísimo etcétera, se debiera pensar en alguna exigencia mínima para aquellos que van a representarnos y manejar nuestros destinos. El espectáculo de ver a políticos llegados de la nada intelectual es muy poco edificante y carga de razón a quienes se quejan de ellos. Porque acabamos padeciéndolos en la justa medida en que no están por encima de unas exigencias mínimas que avalen sus capacidades. Se trata de que a la política lleguen los mejores y no solo los más conspiradores, liantes, listillos y abrazafarolas. Lamentablemente estos últimos son los mejor dotados para la demagogia barata, simplista, dañina y socialmente peligrosa, sobre todo en estos momentos de rabia y de desconcierto en nuestra sociedad.