Participan todos los países del mundo en los Juegos Olímpicos por primera vez en la ya más que centenaria historia de estas míticas competiciones deportivas heredadas de Grecia. Invita a soñar con el, sin duda, lejano, pero de ningún modo imposible, Estado mundial por el que, desde hace décadas, abogó, con su infinita sensatez, el genial filósofo y matemático británico Bertrand Russell. Es verdad que nuestro también infinito egoísmo de nietos de chimpancés nos arrastra a la atomización de naciones y, vistas las dificultades para convivir fraternalmente y compartir bienes en núcleos de radio tan corto como los familiares, apuntarnos a la quimera del Estado mundial suena automáticamente a utopía para adolescentes.
Pero ¿cuántos sueños, que, en sus orígenes, parecían utopías irrealizables, terminaron siendo realidades tangibles o intangibles, pero realidades, en la historia del mundo? Como corolario de la participación hay que destacar también que, por primera vez, mujeres que son ciudadanas de países islámicos regidos por leyes salvajemente antifeministas han participado en los Juegos.
Su participación quedó muy visible en el desfile de inauguración de la Olimpiada. Esos velos con los que estas deportistas islámicas desfilaron las emparentan con las religiosas de la Iglesia católica que, cuando pisan la calle, son al instante identificadas como monjas por los peatones.