Todos los ojos se dirigen, una vez más, hacia Federer. Ayer se cumplieron las 287 semanas con las que se convierte en el número uno de récord y en el rey absoluto del tenis. Pero su última gran final la jugó contra un tal Andy, que le complicó la vida hasta el cuarto set. Es Andy Murray, un tenista al que le falta un paso. Ya pisó cuatro finales de gran slam y aún no ha podido levantar la copa. Está cuarto en el ránking y su tenis volverá a dar que hablar en la lucha por la medallas de Londres. Murray es escocés y se hizo jugador en Barcelona, en la escuela de tenis de Sánchez Vicario y Sergio Casal. Su madre lo mandó allí desde Escocia, a los catorce años. Quería que olvidase el episodio que sufrió con ocho años, cuando él y su hermano mayor (también tenista profesional) sobrevivieron a la masacre del colegio de Dunblane. Murray tiene como entrenador a Lendl, para fortalecer su cabeza a la hora de jugar. Lendl perdió como él cuatro grandes finales antes de vencer a la quinta a McEnroe en un partido mítico en Roland Garros, tras remontar dos parciales en cinco sets. Murray mide 1,90, tiene un saque poderoso y un revés a dos manos que hace daño. Pero a veces resta mejor que suma. Ojalá que algún día al fin le salgan las cuentas.