Galicia cambió el rumbo de Euskadi

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

13 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Tales días como estos, hace quince años, me encontraba formando parte de la pléyade de dirigentes políticos vascos que nos enfrentábamos con el asesinato del hijo de una familia trabajadora de Ourense. «Paisaniño, a meu rapaz non poden matalo». Estas palabras me acompañan desde julio de 1997. Me las dijo la madre de Miguel Ángel Blanco, tras la manifestación de Bilbao, un sábado 12 de julio. Ella sabía que yo era gallego, hijo de ourensano, como ellos. Aquella riada de gentes llegadas de todos los confines de Euskadi era un grito para la conducta insoportablemente violenta de ETA.

Luego, cuando se supo que los asesinos que mandaba Txapote habían ejecutado la amenaza, en Ermua, donde vivían infinidad de gallegos, tuve la experiencia del pueblo indignado, que supera el miedo y decide cambiar el rumbo de la historia. Aquella sociedad se dividía en tres: Los que se aprovechaban del terrorismo para avanzar en la construcción de nación y Estado vasco. Los que moraban como supervivientes, y trataban de adaptarse al ambiente, cambiando a sus hijos desde el nombre hasta su lengua materna. Y los que habíamos decidido sublevarnos en nombre de la libertad y la dignidad de ser ciudadano español en tierra de promisión. Estábamos en minoría, amenazados, casi aislados por los demás que no querían rozarse con nosotros, no fuera a señalarles alguien como colaboradores de los enemigos de Euskal Herría.

Desde las calles de Vitoria, con mi gente de UA, organicé toda suerte de manifestaciones para dar rienda suelta a la indignación del ¡basta ya! Incluso estando en mi pueblo marinero celebrando el Carmen, me llamaron a declarar en sede judicial, acusado de haber promovido disturbios públicos en aquellos días.

Confesé mi culpa, sin propósito de enmienda. Solo que el parlamentario de HB -Morzillo- incluía el día 16 de julio en su denuncia, y en esa fecha yo estaba en mi pueblo mariñano, llevando la santa. Pero de no ser así, hubiera estado en las calles, cambiando el destino de una tierra en que el asesinato de un hijo de gallegos puso dignidad paisana a la lucha por la libertad.

Surgió el espíritu de Ermua, sobre el dolor de una familia de gallegos que en su día hicieron la maleta para buscar trabajo en Euskadi.