Vencedores y vencidos

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMAN PALADINO

OPINIÓN

06 may 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Para un nacionalista vasco resulta complicado reconocer que el mito de la patria vasca ocupada, con derechos históricos, era el núcleo cultural del que emana una actitud violenta para alcanzar la condición nacional. También, y me avalan diez años en la mesa de Ajuria Enea con Ardanza, el núcleo del acuerdo para la paz pasaba por la normalización que requiere toda democracia, es decir, defender las ideas sin hacer uso de la violencia.

Pero mientras nos esforzábamos en instaurar la democracia en Euskadi, una buena parte del nacionalismo impulsaba, desde el Gobierno vasco, educación, cultura e información contra España y a favor de la independencia a cualquier precio.

Ahí es donde discrepo siempre con Javier Elzo, catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto, la misma que tuvo en su claustro al profesor Arzalluz. La ideología era y puede seguir siendo ese primer círculo del mundo abertzale al que rodean el círculo de los terroristas, el de los ciudadanos enfervorecidos por las teorías sobre la autodeterminación y, por fin, el círculo de los votantes ocasionales, por razones de ecología, oposición al sistema o fracaso de la política en diversas materias. En tal caldo de cultivo se formó la juventud vasca. De la que un pequeño porcentaje pasó a engrosar los comandos de ETA. Desde ahí, asesinatos, víctimas, presos e infinidad de personas impregnadas por miedo, dolor y espiral de la violencia.

Hoy, tras el acoso a ETA y su aislamiento en la propia sociedad, se produce la paz. Pero quedan heridas muy profundas que no permiten el perdón sin el arrepentimiento público y notorio. No puedo aceptar que Elzo, simpatizante de EA, disculpe al sistema educativo del adoctrinamiento de la juventud. Ni se puede aceptar, por parte de las víctimas, que los presos de ETA sigan comportándose como gudaris (soldados) y, por tal, exijan amnistía, cuando lo que se espera es petición de perdón a las víctimas. Víctimas que son las herederas del dolor por los atentados, pero también las que se tuvieron que marchar por las amenazas o las que han vivido en Euskadi presas del miedo.

¿Y si en las próximas elecciones vuelven a ganar los nacionalistas? ¿Qué instrumentos educativos, informativos y culturales funcionarán en Euskadi? ¿Habrá, por fin, democracia?