Ajustes en sanidad

OPINIÓN

26 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Dediqué en el 2005 un capítulo de mi libro Introducción a la Bioética a reflexionar sobre estas cuestiones. Me parecía el momento adecuado para tratar de responder colectivamente a cuestiones como si era equitativo que un joven matrimonio con hijos y una hipoteca y que entre los dos ganaban al mes 1.300 euros tuviese copago farmacéutico y un jubilado con la pensión máxima (entonces 2.159,12 euros mensuales) no pagase absolutamente nada por sus medicamentos. O que los inmigrantes irregulares tuviesen acceso a todas las prestaciones de nuestro catálogo sanitario.

Pero nadie hizo caso y el sistema siguió gastando como los nuevos ricos que éramos. Aquello de ahorrar para los tiempos de vacas flacas no iba con nosotros, como tampoco nos acordábamos de la fábula de la cigarra y la hormiga. Y ahora, por desgracia, tenemos que hacer ajustes en sanidad no por convicción sino por absoluta necesidad y, como suele suceder en estos casos, aunque se intente poner el máximo cuidado ético en la toma de decisiones, pagan justos por pecadores. Hoy como ayer, apelo a erradicar el juego partidista de tan fundamental asunto. Y a que se adelgace al máximo la estructura política del país para minimizar en todo lo posible los ajustes en sanidad.