La milonga de YPF

OPINIÓN

19 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo de Cristina Fernández se veía venir. Elegida para ponerle cara bonita al Gobierno de Kirchner, su difunto marido, su único capital político es un populismo de rancia tradición argentina que solo jalea el chavismo mórbido y decadente. Su viudez, claramente instrumentada en un electoralismo necrófilo, la dejó en manos de yuppies ambiciosos que solo sueñan con enriquecerse a costa del Estado. Y para eso no hay mejor receta que una expropiación de alto fuste que esconde su naturaleza de latrocinio bajo la apariencia de una nacionalización patriótica. Por eso me extraña que para expropiar YPF haya recurrido a los vericuetos legales, y a un largo debate en el Senado, en vez de llevar al boletín -¡directamente!- la letra de una milonga: «Para cantarle al amor / no se precisa experiencia: / se forma un nido entre dos / y lo demás... va sin letra».

La conclusión es que Repsol acaba de sufrir un revés impresionante, cuyo justo resarcimiento parece ya imposible. Es cierto que Argentina, convertida en el país más bananero de América, va a pagar muy caro este episodio de inseguridad jurídica. Y también estoy seguro de que este proceso de devaluación, allanamiento y control de YPF va a sufrir -¡dentro de diez años!- algunos correctivos muy severos de la Justicia internacional y de los órganos reguladores de la economía mundial. Pero todo eso vendrá tarde, sin duda, y en unas circunstancias en las que Repsol solo podrá tener victorias morales. Y por eso hay que poner manos a otra obra, olvidarse del paraíso perdido, y procurar, si es posible, que la plaga no se extienda.

Pero, más allá de los aspectos económicos del problema, y de su dimensión internacional, la expropiación de YPF tiene repercusiones muy severas en las políticas internas europea y española. Porque, siendo evidente que las grandes apuestas empresariales que estamos haciendo en el exterior solo se pueden proteger desde Europa, resulta trágico que los órganos de la UE no tomen este expolio como cosa propia, y que, mientras se meten a fondo en nuestra política presupuestaria, pasen de puntillas sobre un asunto que es, a todas luces, economía europea. Y porque, viendo cómo crecen los enanos en el circo de Rajoy, conviene revisar cuanto antes las ideas de seriedad, prestigio y autoridad a las que, en calidad de electores desencantados, hemos confiado nuestro futuro.

El Gobierno español no tiene culpa de nada. Pero, viendo su engolada y fulera exhibición de fortaleza, da la sensación de seguir instalado en una visión de la crisis y de sí mismo que, además de no funcionar, nos llena de fracasos y nostalgias. Porque el PP, concebido como una solución eficaz y suficiente, ya está irremisiblemente desbordado. Y, si Rajoy no acierta a instalarse en un discurso de Estado, nos van a dar más palos que al centeno verde.